Han pasado 19 días y no aparece.

 

Los últimos que aseguran haberlo visto son Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Monreal.

 

Dicen que viste con las ropas de la transa; compra de votos, inequidad, rebase de topes de campaña, encuestas trucadas y apoyo de televisoras.

 

Aseguran que en los tres meses que duró la contienda presidencial recorrió todo el país, sobre todo las zonas de mexicanos con menos ingresos y, claro, sin faltar las regiones urbanas de las clases medias.

 

Aun así, a 19 días nadie lo ha visto.

 

Sin embargo, y a pesar de que su búsqueda se difunde todos los días por radio, televisión y la llamada prensa nacional -desde la noche del 1 de julio-, no ha habido suerte.

 

Para tratar de encontrarlo, aquellos que lo buscan, insisten cotidianamente en exhibir sus características. Se le puede identificar con la horrible compra de votos, con el ilegal uso de tarjetas de despensa de la tienda Soriana, la inmoral transferencia de recursos a través de la empresa Monex y, recientemente, se le identifica con el supuesto lavado de dinero a favor de Enrique Peña Nieto.

 

Si usted lo ha visto, si se topa con él, si en una de estas noches lo despierta, repórtelo a la casa de campaña del señor López Obrador.

 

DE RISA

 

El anterior podría ser un resumen humorístico de la campaña emprendida por Andrés Manuel López Obrador -y por su escudero, Ricardo Monreal-, para denunciar un fraude que sigue perdido, que nadie ha visto y que -según todas las evidencias-, nadie verá.

 

Sin embargo, en este caso, otra vez la realidad supera a la ficción y al humor.

 

Y es que, en efecto, han pasado 19 días de la elección presidencial y en cada uno de ellos los señores López Obrador y Monreal han aparecido en los medios para hacer el ridículo, para denunciar supuestos que no son acompañados por las pruebas mínimas que los hagan creíbles. En suma, que en 19 días hemos visto una gran farsa en la búsqueda de un fraude que no aparece.

 

Sólo falta, claro, que uno de estos días los señores López Obrador y Monreal ofrezcan una recompensa millonaria para quien localice al extraviado fraude electoral. Aun así, el perdido no aparecerá. ¿Por qué?

 

Por la sencilla razón de que no existe, por lo menos con las características que se le busca.

 

¿Y LA SENSATEZ?

 

Ya en serio, empieza a ser preocupante para la clase política en general, no sólo que un político de primer nivel, que aspira por segunda ocasión a la Presidencia de la República, se autoflagele con ridículos como los que hemos visto en los últimos 19 días -al insistir en un fraude que no aparece, porque no existe-, sino que todos o casi todos los comentaristas, analistas, editorialistas y columnistas, sigan -sigamos- en ese juego.

 

Y ya en el extremo, no pocos empiezan a sugerir que, en lugar de un riguroso análisis político, la búsqueda del supuesto fraude electoral que pregona Andrés Manuel López Obrador debe ser vista a través de la lente del análisis psiquiátrico. Por eso la pregunta ¿no habrá nadie capaz de decirle a López Obrador que empieza a perder la cordura, la sensatez, la seriedad?

 

 

Y si tienen dudas, van algunos de los argumentos que confirman que entre las izquierdas no sólo habrá un fraude perdido, sino que también podremos hablar de la sensatez perdida.

 

Primero. Como todos saben, la primera denuncia de supuestas irregularidades iba dirigida a la presunta alteración del recuento de votos. Ante el señalamiento, el IFE reaccionó rápido y en forma certera, y ordenó el recuento voto por voto y casilla por casilla de casi la mitad del total de sufragios emitidos. ¿Y qué creen?

 

Que no sólo los votos habían sido bien contados, no sólo se emitieron en absoluta libertad y secrecía, sino que el recuento elevó el número de votos a favor de Peña Nieto y, con ello, subió su porcentaje de triunfo.

 

Segundo. Luego, las baterías contra el supuesto fraude -que no aparece-, se dirigieron a la presunta compra de votos. Por una razón aún no explicada, a alguno de los genios del equipo de Andrés Manuel López Obrador se le ocurrió que la compra de sufragios se habría llevado a cabo a través de tarjetas de la tienda de autoservicio Soriana.

 

En un espectáculo grotesco, López Obrador se exhibió en un escenario tapizado de tarjetas Soriana, con las que supuestamente se compró el voto. Sin embargo, días después se comprobó que esa también había sido una farsa. Las tarjetas exhibidas no sirven como “monederos” sino para la recarga de puntos. Más aún, la empresa anunció que demandaría a López Obrador y Ricardo Monreal por difamación y daño industrial.

 

Tercero. Otro día, los mismos López Obrador y Monreal denunciaron que la transferencia de dinero, a favor de la campaña de Peña Nieto, se había realizado mediante la empresa financiera Monex. A esta acusación se sumó la dirigencia del PAN, y en especial el jefe del partido azul, Gustavo Madero, quien junto con Jesús Zambrano exigió -sin presentar una sola prueba-, que el Tribunal Electoral le entregue la constancia de ganador a Peña Nieto, si y sólo si “después de investigar a fondo los vínculos de Monex y el PRI”. Aquí tampoco encontrarán nada, porque no hay nada.

 

Cuarto. Apenas hace unas horas, López Obrador denunció el supuesto lavado de dinero de un conjunto de empresas que, según su imaginación, habrían servido para financiar la campaña de Enrique Peña Nieto.

 

El encargado de dar los detalles ya no fue el desacreditado Ricardo Monreal. No, ahora correspondió hacer el ridículo a Jaime Cárdenas, ex consejero del IFE.

 

Cárdenas se valió de recursos visuales como el Power Point, para explicar la creación de empresas y la transferencia de recursos ilegales. Todo muy bien, incluso, muy bonito. ¿Pero qué creen?

 

Que cuando le preguntaron: “¿Dónde están las pruebas que vinculan a esas empresas y sus malos manejos, con la campaña de Peña Nieto y del PRI?”, bajó la cabeza, pensó unos segundos y confesó: “¡No hay ninguna prueba!”.

 

En otras palabras, que también en ese caso el señor López Obrador y su nuevo escudero hicieron el ridículo.

 

Y quinto, resulta que a lo largo de los últimos 19 días, el señor López Obrador ha enviado distintas amenazas a todos los poderes y todas las instituciones. Al Tribunal Electoral envió el mensaje de que pedirá juicio político contra sus magistrados, si es que estos no invalidan la elección.

 

Es decir, que los combatirá si no le niegan el triunfo, como López Obrador lo pide, al ganador de la contienda presidencial, Enrique Peña Nieto.

 

Al IFE, a la FEPADE y, en general a la PGR, les envió el mensaje de que se las verán con él, con su movimiento y con sus 15 millones de mexicanos, si no es que declaran que, efectivamente -como López Obrador sugiere-, Peña Nieto habría lavado dinero para su campaña.

 

Como se puede ver, todo el proceso electoral, sus instituciones y la credibilidad en el mismo, penden del humor, las ocurrencias y locuacidades de un político mexicano que se niega a transitar por los básicos de la democracia.

 

Por eso la pregunta. ¿Hasta cuándo?

 

¿SE ACUERDA?

 

Hace seis años, luego de la aplastante derrota en las urnas, el PRI expulsó a la profesora Elba Esther Gordillo. Su salida –dicen- fue la respuesta del partido a su evidente activismo a favor de Felipe Calderón.

 

El día de hoy, quien espera en el cadalso es Vicente Fox, cuyo proselitismo en apoyo de Enrique Peña levantó ámpula al interior del blanquiazul.

 

A Gordillo, Calderón le permitió actuar con total libertad y le refrendó sus feudos de poder. ¿Tendrá Vicente Fox la misma suerte?

 

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