Escribo una carta al Obispo de Toluca para pedirle unos carteles como los que pegó en su Catedral, pues quiero poner orden en la parroquia de mi colonia.

 

“Querido don Francisco Javier Chavolla Ramos: quiero invitarle un café –lo siento, no me gusta el rompope–, pero mientras nos organizamos, le expreso mi apoyo total. Tiene usted razón: entre todas las santas, siempre brinca la descocada. El diablo con vestido azul”.

 

Para los despistados, en las redes sociales pusieron pinto a monseñor y quieren acusarlo con la Conapred por el cartel que reza: “Mujer católica: el templo es la casa de Dios y lugar de oración. Respétalo, preséntate vestida a él con moralidad y decoro. No entres a este sagrado lugar con minifaldas, pantalones ceñidos, escotes inmorales o alguna otra forma de vestir que ofenda a Dios”.

 

Pues se van a equivocar de organismo porque no tiene que ver con la discriminación, sino con el sentido común y las buenas maneras. El recato de toda la vida.

 

El otro domingo entró a misa una mujer con poca ropa. Pensé: “¿cas a marcar los rounds en una pelea de box o vienes a misa? ¡ponte un vestido completo, niña! El padre hacía grandes intentos para no distraerse, sin éxito: íbamos en San Lucas y terminamos con San Juan.

 

La feligresada estaba muy incómoda en general y todos pecábamos: los hombres, de lujuria; las mujeres, de envidia; y la susodicha, de soberbia. Se formó un colón en el confesionario por su maldita culpa.

 

Sé que algún lector dirá que nacimos desnudos o que me acuerde de Adán y Eva. Pero esto no es el Paraíso. ¿Qué nos cuesta respetar y ya?  Debo confesar que yo misma –mujer de fe– a veces acudo al templo con un look terrible y cuando me persigno pido “perdón por las fachas, Diosito”. Sí, a veces voy en ropa deportiva. A mi favor diré que lo hago por comodidad, pues muevo mucho el cuerpo cuando canto “alabaré alabaré, alabaré a mi señor”.

 

Esto es cuestión de fe. No se trata de poner la frivolidad de la vestimenta por encima de lo importante, pero si cumples sin chistar el dress code de cualquier boda o evento canapero, no hagas drama por la regla del cura.

 

Cuando estuve en la India fue un shock entrar descalza a los templos. Sentí que iba a absorber por la planta toda la suciedad mundial –llámale mugre de otros pies, escupitajos, excremento de varias especies–, pero ¡ya luego te acostumbras! Y ningún mexicano se quejó (re obedientes), sólo unos japoneses hacían trampa, pero con respeto. Yo con velo y manto prestado para entrar a la mezquita parecía una iluminada con onicomicosis. Es que a donde fueres, haz lo que vieres. Es como ir vestido a una playa nudista. Pues no.

 

Pero lo de la playa se los cuento luego. ¿Qué opinan, lectores queridos? ¿Nos encanta llevar la contra o la intolerancia se ha convertido en el deporte nacional? Feministas contra el obispo, gays contra homofóbicos, anti-taurinos contra aficionados, amantes de los perros contra los sin mascotas, veganos contra carnívoros, bicis contra autos. Uy. Creo que lo de “amarás a tu prójimo…” ya valió.