Relatos Salvajes (Dir. Damián Szifrón)

 

Las cifras son contundentes: diez semanas en el primer lugar de la taquilla en Argentina, más de 3 millones de espectadores, dos estudios norteamericanos echando mano de la distribución para toda américa latina (Warner) y Estados Unidos (Sony), ganadora del premio del público en los festivales de Oslo, San Sebastián y Sāo Paulo; más de 100 millones de pesos recaudados en taquilla.

 

Hay algo en la tercera película de Damián Szifrón, Relatos Salvajes, que hace que el público se entusiasme, se emocione y aplauda -sorpresivamente- a los 10 minutos de iniciada la proyección, justo al final de la primera de seis historias que componen este filme y con las que el director termina atrapando irremediablemente al espectador.

 

El don de lo inesperado es el golpe maestro con el cual Szifrón cautiva a su público. Estamos ante una película cuya única apuesta es el shock value, no tanto como una decisión asumida sino como una consecuencia lógica del género: si la novela gana por rounds y el cuento por nocaut (según reza un clásico) Szifrón está obligado a noquearte seis veces; lo extraordinario es que lo consigue, nunca con la misma contundencia pero sí con gracia y efectividad.

 

Es común en este tipo de antologías que algunas de las historias sean mejores que otras, lo cierto es que aquí todas son buenas y en todas el nivel va in-crescendo.

 

Técnicamente la película es impecable. Su siempre ambiciosa puesta en imágenes está en una búsqueda constante por encuadres y planos (esa cámara pegada a la puerta de una cocina, ese plano dentro de otro en la historia del restaurante) que hagan aún más interesante y dinámica la narrativa; aunque resulta innegable que en todo el número permea un tufo más cercano a la publicidad y la televisión que al cine.

 

La televisión -de hecho- inspira en más de una vía a esta película; el formato de episodios con historias fantásticas y un giro de tuerca inesperado pareciera más un homenaje a teleseries como La Dimensión Desconocida o a Tales From the Crypt, que un filme.

 

Argentina tiene un serio contendiente al Oscar en esta cinta pero -y he aquí mi problema- ¿se puede considerar como unidad algo que en realidad no es más que la suma de 6 excelentes, divertidos y muy bien realizados cortometrajes?

 

Si bien es cierto que la frustración y la ira son el detonante común para todas las historias, los relatos parecen caer más en el anecdotario de “cosas que pasan” a tener la seria intención por decir algo. La identificación es innegable (¿cómo no sentir en carne viva la frustración de Bombita cuando se lleva su coche la grúa?), pero el mensaje no es claro, o en todo caso no es tan contundente ni amenazante como se esperaría de una película que presume de salvajismo desde su inicios: aquella jungla llena de depredadores donde habría que matar o morir.

 

Apenas y en dos de esos relatos hay el esbozo de una verdadera intención por perturbar más allá de la sorpresa: la historia de un hombre (Ricardo Darín, muy a lo Michael Douglas en Falling Down, 1993) que reacciona violenta e irracionalmente contra la burocracia cotidiana (que a la sazón podría ser en cualquier ciudad latinoamericana) y aquella del empresario capaz de corromperlo todo con tal de salvar a su hijo de la cárcel.

 

Lo anterior probablemente le reste a la obra, pero no al gozo. Relatos Salvajes es una película que se debe ver. Un crowd pleaser sumamente bien calculado, impecable, disfrutable, divertido y mucho más digno que aquella película que decidimos mandar en nuestra representación para competir por el Oscar.

 

Eso sí fue lamentable.

 

Relatos Salvajes (Dir. Damián Szifrón)

3.5 de 5 estrellas