Mommy (Dir. Xavier Dolan)

 

En Mommy —quinto largometraje del enfant terrible Xavier Dolan (cinco cintas, 37 premios y apenas 25 años) — el director utiliza el formato de la imagen cual si fuera una prisión de la cuál jamás saldrán libres sus atormentados personajes.

 

Filmada casi todo el tiempo con un radio de 1:1, Dolan encierra a sus actores en un cuadrado perfecto situado a media pantalla, obligando así al espectador a centrar las miradas y enfocar la acción en un espacio diminuto, claustrofóbico, que se asemeja al famoso formato de las fotos de Instagram.

 

Es en esta cárcel visual es donde habita Diane (extraordinaria Anne Dorval), una madre viuda, soltera, entrada en los cuarenta y tantos años, con serios problemas económicos y con un hijo adolescente — Steve, interpretado por Antoine Pilon— que sufre de trastorno de oposición desafiante, lo cual se traduce en una personalidad explosiva y violenta.

 

Desesperante como lo pueden ser pocas cosas en la vida, Steve lo mismo le habla con groserías a su madre que se lía a golpes con el taxista o con los asistentes a un karaoke. De habla rápida y con una clara necesidad de atención, Steve regresa a casa de su progenitora luego de permanecer por algún tiempo en una institución de la cual lo corren al ya no aguantar su comportamiento.

 

Afortunadamente para Diane, Kyla, su actual vecina (Suzanne Clément) se convertirá en la niñera y cuasi madre sustituto del adolescente, con quien encuentra cierta conexión que le permite ayudarle a enfocar la atención para hacer sus exámenes de la escuela, ser menos violento y más amable.

 

Los personajes y sus ambivalencias son lo interesante en esta cinta. Diane, delgada y aún con buen cuerpo, se sigue vistiendo con jeans algo ajustados y blusas pegadas a la vez que utiliza el mismo lenguaje soez y vulgar que su hijo, como queriendo negar el paso del tiempo. No es ajena al coqueteo cuando un vecino, canoso y ya maduro, hace sus lances intentando conquistarla. Es claro que Diane espera un hombre que la salve de todo esto.

 

Kyla, la vecina, casada y con una hija, actualmente disfruta un año sabático a la vez que sufre cierto trastorno del habla que la hace tartamudear. Está más pendiente de lo que pase a Steve que a su propia hija.

 

Y por supuesto está Steve, quien por momentos es casi tan insoportable (aunque menos obscuro) que el insidioso Kevin de We Need To Talk About Kevin (Ramsay, 2011).

 

Dolan demuestra una vez más sus dotes como gran manipulador; a pesar de lo irritantes que puedan resultar sus personajes, el director se las ingenia para que no obstante seamos empáticos con la encrucijada de Diane (seguir aguantando a su vástago o mandarlo a otra clínica), con la violencia de Steve (quien en el fondo sólo ama irrefrenablemente a su mamá) e incluso con la crítica, algo vedada pero presente, hacia la maternidad como el nirvana que debe alcanzar toda mujer (tema mucho mejor manejado en la ya mencionada We Need to Talk…).

 

Pero es innegable que Dolan, usando ese mismo don de la manipulación, nos emociona en varias escenas mediante el encuadre, el color, el manejo de la cámara y sobre todo -su arma secreta- el manejo del soundtrack, haciendo aquí el mejor uso que he visto hasta el momento de la canción emblema de Oasis, “Wonderwall”.

 

Es justo en esa escena donde Steve se pregunta si acaso ese par de mujeres, esas dos madres que se ha conseguido, podrán salvarlo. El chico grita “libertad”, mientras las paredes de su prisión parecieran derrumbarse al ritmo de Oasis. Indolente, Xavier Dolan le tendrá preparado a Steve una condena más larga dentro de ese cuadro perfecto, de esa cárcel de 1 por 1.

 

Mommy (Dir. Xavier Dolan)

3.5 de 5 estrellas.