En sólo 145 días poco más de la mitad del país se ha movilizado. Los estudiantes, maestros, policía comunitaria o los sindicatos que han salido a las calles encontraron un enemigo común, el Estado. La diferencia entre cada protesta, toma de calles o instalaciones gubernamentales, radica en los nombres de las organizaciones y en su estrategia que define su nivel de virulencia.

 

Las manifestaciones pacíficas y aquellas que han mostrado diferentes grados de violencia, se han convertido, desde diciembre pasado, en imágenes cotidianas que han incrementado el nivel de alerta dentro del gobierno federal, ante la infiltración de grupos catalogados como radicales y que pretenden utilizar esos movimientos para generar confrontación y desestabilización.

 

Ayer en Guerrero, los datos de inteligencia del gobierno federal mostraban un objetivo, conseguir que a través de la provocación las autoridades reaccionaran utilizando la fuerza hasta llegar a la represión y que les convirtiera en víctimas, para entonces amplificar y unificar la movilización contra el Estado.

 

A partir de ahora, consideran las autoridades, sería ese el principal objetivo de los grupos radicales que necesitan un motivo para unificar sus métodos y recursos de lucha social. Ellos aparecen siempre embozados, utilizando símbolos anarquistas y hasta guerrilleros, distintivos tipo militar o de color negro o rojo, botas negras o tenis tipo botín.

 

Así Guerrero, Michoacán, Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Tlaxcala, Aguascalientes, Guanajuato, Tabasco, Yucatán, Morelos, Sinaloa, Chihuahua, Tamaulipas y el Distrito Federal, se muestran imágenes de largas caminatas exigiendo justicia o freno a la reforma educativa, los incendios, la toma de instalaciones con violencia, el lanzamiento de petardos o bombas molotov, el bloqueo de carreteras o avenidas principales.

 

El arranque

 

El primero de diciembre de 2012, en la toma de protesta de Enrique Peña Nieto como Presidente, se mostró el primer rostro violentó de estos grupos. Aunque a las diversas organizaciones aglutinó el rechazo a lo que llamaron la imposición del PRI en el poder, personas identificadas como anarquistas utilizaron el espacio para generar caos en diferentes calles del DF. Ese mismo día se registraron manifestaciones pacíficas en 22 ciudades de 19 estados del país.

 

Para el 21 de diciembre el EZLN reapareció después de 10 años de mantener bajo perfil, en una marcha pacífica en cinco comunidades chiapanecas.

 

A partir de entonces, las calles han sido tomadas por maestros y sindicalizados que protestan por las pensiones, reformas educativas y laborales, así como cobros excesivos de diferentes servicios.

 

Acompañando estas marchas, particularmente en Guerrero, en donde se han registrado el mayor número, han salido a las calles las llamadas policías comunitarias, bajo la exigencia de justicia, pero también provocando la confrontación.

 

Otro de los puntos sensibles es el DF, donde la movilización de grupos estudiantiles con organizaciones no claramente identificadas, pero sí consideradas radicales, han tomado por asalto instalaciones escolares, como la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, la UNAM y la UAM.

 

Otras movilizaciones

 

Ayer, además de las movilizaciones violentas registradas en Michoacán y Guerrero, también se registraron marchas de maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), en Morelia en contra de la reforma educativa y en apoyo a los estudiantes normalistas; en Huetamo, en donde esa organización cerró los accesos a los centros comerciales, tiendas trasnacionales, dependencias y bancos.

 

Y al grito de “Maestros conscientes ni se rinden ni se venden”, alrededor de mil 500 profesores sindicalizados marcharon por Zacatecas para manifestarse contra la reforma educativa.

 

Integrantes de la CNTE también iniciaron una movilización en las principales calles de la capital de Durango.

 

En Chiapas, la misma organización dentro del Bloque Democrático denunciaron represión por parte del gobierno.

 

 

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