No debe ser fácil para el Dr. Miguel Ángel Mancera remover al director general del Metro, luego de la pifia que ha resultado el cierre parcial de la línea 12. Como está concluyendo la Comisión Especial de Línea 12, presidida por el Diputado Jorge Gaviño, los problemas eran de mantenimiento y no estructurales. Sabemos que Joel Ortega quiere cerrar la línea completa y se mira reinaugurándola en año y medio con la ampliación hasta Observatorio.

 

La permanencia de Ortega, sin embargo, representa una tentación para el jefe de gobierno por varias razones, la primera, por supuesto, en agradecimiento por haber noqueado a su predecesor, Marcelo Ebrard; la segunda, porque removerlo de la dirección del metro significa reconocer que puso a un inepto al frente de un servicio que atiende a cinco millones de personas; y la tercera porque, para bien o para mal, Ortega ha sido muy creativo en estas semanas, pues cada vez que en los medios empieza a dominar la posición de que la línea 12 cerró por falta de mantenimiento, hay una respuesta inmediata con una nueva supuesta falla de la línea que le ayuda a sostener sus mentiras ante la opinión pública.

 

No sé qué tan claro tenga el Dr. Mancera el perfil del sustituto de Ortega, pero tengo unas ideas que quiero compartir tanto con los lectores como con él.

 

En primer lugar, el director del metro debe asumir un perfil discreto. La mejor noticia para el metro, es que su director no sea noticia. Es dañino que quiera ser noticia.

 

En segundo lugar, el director del metro debe saber que, con casi 45 años en operación y 47 desde su creación, el STC Metro cuenta con ingenieros respetados en todo el mundo por sus conocimientos y experiencia, salvo por su actual director, que en los últimos dos meses los ha humillado y amenazado.

 

En tercer lugar, el director debe entender que antes de buscar una solución en Francia u otro país, debe tener en cuenta la opinión de sus expertos internos. Tener un líder sindical histórico, como Fernando Espino Arévalo, no es un lastre, sino una oportunidad. Si bien en algunos temas sería mejor sobrellevarla con un sindicato débil, en la operación de los trenes es fundamental trabajar de la mano del sindicato.

 

En cuarto lugar, debe entender el transporte de la Ciudad de México. El metro representa el 13% de los viajes de la zona metropolitana y 20% de los viajes del Distrito Federal. No va a crecer mucho más allá de esta cifra en el corto plazo. Por lo tanto el metro debe saber vincularse con los demás modos de transporte (60% de los viajes). El Metrobús superará en la administración de Mancera el millón de pasajeros, y sin embargo, en ninguna estación del metro hay señalización de cómo conectar con el Metrobús. El próximo director del

 

metro será clave para que la ciudad cuente con un Sistema Integrado de Transporte Público y no siga con servicios desvinculados.

 

En quinto lugar, necesitamos un director del metro que entienda el valor estratégico de sus inmuebles. Decenas de estaciones están desaprovechadas en términos inmobiliarios, y el potenciar los terrenos del metro puede dotar al organismo de recursos.

 

En sexto lugar, en Observatorio convergerán cuatro líneas de trenes, además de la Terminal de Autobuses Poniente que ya existe. Se requiere de un director del metro con visión de ciudad para que Observatorio no se convierta en un desastre como Pantitlán.

 

En séptimo lugar, el director del metro debe continuar con el proyecto de renovación de la línea 1 del metro, pues de otra forma ésta no podrá atender a los nuevos usuarios del tren Toluca México.

 

Podría enumerar otras características del próximo director del metro. Sólo añado, tras el fracaso en la gestión de Ortega, Mancera no puede volver a nombrar a alguien que le haya ayudado en campaña.