René Drucker siempre creyó que la ciencia y la tecnología deben salir de los laboratorios para beneficiar a la sociedad.

 

Buscaba que los proyectos se llevaran a cabo, no terminaran en un cajón y que los investigadores no sólo pensaran en publicar en revistas especializadas para hacer “papers”, sino que también se enfocaran en los problemas de la sociedad para solucionarlos.

 

Eso, aclaraba, no demeritaba la ciencia básica, pero hay áreas o temas en donde sus investigadores no sólo deberían tener eso en mente.

 

Un día, en una reunión de trabajo, junto con otros científicos, lanzó un señalamiento a quienes se encerraban en su castillo de cristal y se aislaban de los problemas de la sociedad.

 

Alguien le había criticado su proyecto de las trajineras hechas a base de PET a fin de sustituir las de madera: “Eso no es ciencia, René”, le dijeron.

 

En ese encuentro les recordó que ya existía el Conacyt para apoyar a la ciencia básica y que la secretaría estaba para solucionar problemas de la ciudad a través de la ciencia, la tecnología y la innovación.

 

Y el proyecto de las trajineras de PET era un ejemplo: el material fue desarrollado mediante nanotecnología y la ingeniería jugó un papel importante para que las trajineras tuvieran un peso adecuado y fueran controladas por los canoeros. Con este trabajo se inhibía la tala clandestina porque para construir una trajinera se requerían alrededor de 15 árboles y las embarcaciones de madera podían preservarse por un lustro, mientras que las de PET tenían una vida de 100 años.

 

Otro detalle: el PET puede recolectarse entre la basura que dejan los turistas.

 

Costó mucho trabajo explicar a los políticos y a los mismos científicos la importancia de este proyecto, pero finalmente se concretó, el cual, a la postre, obtuvo premios internacionales.

 

Recientemente llegaron cuatro nuevas trajineras de PET al embarcadero Nuevo Nativitas.

 

caem