Tenemos derecho a la legítima defensa y si un delincuente se mete a mi casa o va a mi negocio, por lo menos va a saber que del otro lado puede haber alguien que tenga un arma para responder” (Excélsior, 07/10/16). Por un segundo, el argumento del senador Jorge Luis Preciado (PAN) suena coherente y balanceado. Por un segundo, sus palabras liberan al mexicano del yugo de la inseguridad. Por un segundo, se evoca la arquetípica lucha del bien contra el mal. Por un segundo.

 

El planteamiento del colimense implicaría que un ciudadano, habiendo cumplido los requisitos de la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA), podría portar un arma de fuego en su casa, negocio o automóvil. Esto, argumenta Preciado, por la “incapacidad del Estado para contener a los delincuentes” (Excélsior, 08/10/16). El propio coordinador panista en el Senado, Fernando Herrera, rechazó que el grupo parlamentario apoye dicha iniciativa y agregó que “la violencia no puede combatirse con violencia, y menos que los ciudadanos sean quienes pongan en riesgo su vida y la de sus familias, llevando armas por todos lados” (Excélsior, 08/10/16).

 

Asimismo, los senadores Pablo Escudero (PVEM), hoy presidente de la Cámara Alta, y Miguel Barbosa (PRD), expresidente de la misma, rechazaron el armamentismo ciudadano. El primero la estima una solución engañosa, y el segundo, un “debate sin ningún destino” (Reforma, 07/10/16). Por otro lado, en un claro recordatorio de que contexto local reina, el secretario general del PRD en Tamaulipas, Jorge Sosa, y el diputado federal priista de la misma entidad, Alejandro Guevara, coincidieron en que la iniciativa podría ser potencialmente positiva (Excélsior, 07/10/16).

 

Si bien el argumento de “la incapacidad del Estado” es atractivo y hasta cierto punto real, la solución planteada implica, en el trasfondo, desligarlo de su principal responsabilidad: la seguridad pública. “Armémonos ciudadanos, porque el Estado mexicano es inútil en su tarea de protegernos. Tomemos justicia y seguridad por nuestros propios medios”, pudiese haber dicho Preciado. El colimense le habla a los aterrorizados, por eso es una iniciativa terrorífica: es hija del miedo y de la ira.

 

El animal más peligroso es el asustado y arrinconado, ¿y ahora le queremos dar un arma? A la mayoría de los mexicanos se nos sigue deteniendo el corazón por un segundo al ver una en manos de alguien que no sea un policía. Por eso no creo caer en un desarme pacifista, ingenuo e ilusorio: es parte de nuestra cultura. No podemos dejar que la paranoia nos haga rehenes, ya no solo de los criminales, sino de nosotros mismos. A quien debemos exigirle seguridad y capacidad de respuesta es al Estado mexicano, senador Preciado. Cualquier otra cosa es la ley de la selva.

 

Alguna vez leí un artículo de la revista TIMEhttp://ti.me/1KBTv13– que recomienda esperar cinco minutos antes de reaccionar a un evento o comentario. Esto provoca que uno piense mejor sus respuestas y las implicaciones de éstas. Un “cuenta hasta diez” pero hasta 300. Con la idea de Preciado pasa igual: cuando uno piensa cinco minutos en sus implicaciones sociales directas e indirectas, cambian muchas cosas. En el azuzado estado colectivo en el que vivimos, ¿queremos que los mexicanos carguen un arma? Con la prepotencia de muchos Lords y Ladies, ¿queremos que las partes involucradas tengan una Beretta? Cuando ocurra un altercado vial entre dos o más, ¿queremos agregar pistolas a la ecuación? El México bárbaro no debe recuperar terreno.

 

@AlonsoTamez