¿Cuánto habrán cobrado Daniel Bisogno, Irene Sainz, El Burro Van Rankin, Aleks Syntek, Raúl Araiza y demás líderes de opinión por emitir comentarios favorables y casi simultáneos, respecto al Partido Verde en días que se suponían de reflexión y no de proselitismo? Todo el año, el Partido Verde Ecologista de México ha estado retando al sistema electoral mexicano y justo mostró su debilidad.

 

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En realidad la provocación del PVEM es sólo uno de los síntomas de un sistema electoral, de un sistema político e incluso de un sistema jurídico que no están funcionando. El que viola las leyes no está dispuesto a ser sancionado, se resiste y termina considerando injusto lo que ocurre a su alrededor. Siempre hay alguien que busca formas ingeniosas de burlar la ley para posicionarse, promocionarse u obtener beneficios.

 

Hemos tenido campañas más cortas. La de diputados federales duró dos meses, en vez de tres. La de diputados locales y delegados, en el Distrito Federal, duró 45 días y no 60. De cualquier manera, cientos de millones de pesos de recursos públicos se convirtieron en plásticos que acabaron en la basura. Es bueno que sean breves, pero sería mejor que construyéramos un sistema de comunicación entre candidatos y electores.

 

¿Puedo hablar mal de los candidatos a diputados federales y sus suplentes o de los candidatos locales? ¿Las más de 10 mil personas cuyo nombre estuvo impreso en las boletas en la elección de ayer son malas personas, gente voraz que sólo quiere quedarse con mis impuestos? Me atrevería a decir que aun entre los tres partidos con mayor votación hay quienes valen la pena y que, aisladas de la imagen peyorativa de nuestro sistema político, serían dignas de considerar para una representación política, pero que sin embargo al llegar a los congresos federal y locales votarán en bloque porque así está construido el sistema político.

 

En unos días sabremos qué partidos desaparecerán. Un proceso complicadísimo de registro para que al final de cuentas, en cada elección intermedia saquemos dos o tres partidos; que los que queden se coaliguen en la elección presidencial, para no correr riesgos, y que más tarde otros partidos hagan el mismo intento. Las candidaturas independientes son complicadas, sin apoyos y con obstáculos; y los pocos partidos locales, extrañamente, no tienen derecho a postular candidatos a cargos federales.

 

Podría seguir hablando de las dudas que deja nuestro sistema electoral. Detalle a detalle, más bien parecería que diseñamos un aparato perfecto para pervertir la democracia. El cambio de IFE a INE ha quedado ridiculizado, pero ¿qué sigue? ¿volveremos a una reforma superficial? Nuestra democracia es desastrosa, carecemos de instituciones y tenemos actores confrontando al sistema (electoral, político y jurídico).

 

Más que una reforma electoral, urge sacudir al sistema político y revisar nuestro sistema jurídico. Necesitamos entender qué piden las distintas voces y cómo el sistema electoral responde a estas voces, cómo la convivencia entre todos los actores políticos refuerza el contrato social en vez de sabotearlo, y cómo la legalidad es finalmente esa gota que amalgama y no otro síntoma de la descomposición.

 

Las necesarias reformas electoral y política deben comenzar desde la sociedad. Cuando menos, foros públicos en los que se identifiquen los problemas, sus causas y su solución al nivel raíz. La otra opción es esperar a que el país se encienda, y no falta mucho tiempo.