El fenómeno de la migración no puede resolverse solamente con políticas públicas o con las fuerzas de seguridad, sino con la actuación corresponsable entre los países de origen, tránsito y destino.

 

Así coincidieron religiosos, académicos, políticos y representantes de México, el Vaticano, Estados Unidos, Guatemala, Honduras y El Salvador durante el Coloquio México-Santa Sede sobre Migración y Desarrollo, organizado en la cancillería mexicana.

 

“Frente a los niños y adolescentes, el debate sobre migración no debe ser objeto de regateo político. Hoy, en México, Estados Unidos y Centroamérica, las dimensiones del fenómeno nos obligan a actuar de manera corresponsable, efectiva y humana”, dijo el secretario de Relaciones Exteriores de México, José Antonio Meade.

 

Al inaugurar el coloquio el canciller mexicano planteó la necesidad de hacer ajustes en los países de origen, destino y tránsito de manera corresponsable entre los gobiernos, para que todos nos beneficiemos del fenómeno migratorio.

 

La migración, dijo, debe atenderse en sus diversas dimensiones. En los países de origen, que se creen políticas públicas que garanticen la paz y la prosperidad de sus ciudadanos; en los de tránsito, que se garantice el respeto a los derechos humanos de los migrantes; y en los de destino, que se garantice el derecho de los trabajadores a la salud, educación y al trabajo.

 

Está demostrado que cuando los países garantizan un flujo ordenado y legal de los migrantes, las sociedades se benefician más, destacó Meade Kuribreña.

 

En su oportunidad, en la misma ceremonia, el cardenal Pietro Parolín, secretario de Estado del Vaticano, convocó a cambiar de una cultura de la cerrazón a la cultura de la acogida y del encuentro, porque las sociedades que aceptan los aportes de los migrantes, son más prósperas.

 

La crisis de los menores migrantes no acompañados entre Centroamérica, aseguró, no se resolverá sólo con medidas legislativas o políticas públicas, por muy buenas que sean. Tampoco se trata de elevar las fuerzas de seguridad, por mucho que se reconozca la obligación de los Estados de defender sus fronteras.

 

“Es evidente que el fenómeno de la migración no puede ser resuelto únicamente con medidas legislativas o adoptando políticas públicas, por buenas que sean, y mucho menos únicamente con las fuerzas de seguridad y del orden. La solución del problema migratorio pasa por una conversión cultural y social en profundidad que permita pasar de la cultura de la cerrazón a una cultura de la acogida y el encuentro”, expresó Parolin.

 

Origen, tránsito y destino

 

El canciller de El Salvador, Hugo Martínez, afirmó en una de las mesas de trabajo que en los países centroamericanos la migración es vista como una obligación, es decir que la gente se va ante la falta de oportunidades, por la inseguridad y situaciones de riesgo, por lo cual los gobiernos locales deben apostarle a la inversión en los lugares de origen para detener a su gente.

 

“Si no le apostamos a las comunidades de origen de la población migrante no vamos a poder detener los flujos migratorios, es un asunto clave”, afirmó.

 

Agregó que todos los países, que sean de origen, de tránsito o de destino, tienen la responsabilidad de garantizar la seguridad de los migrantes y asegurar los derechos de estas personas, por lo que consideró necesario que los Estados faciliten las condiciones para regularizar el estatus migratorio de esta gente.

 

“Debemos tener mucho cuidado de no revictimizar, a estos niños y niñas que ya han sido víctimas en sus sociedades, en los trayectos y no pueden ser revictimizadas en los lugares de destino y la perspectiva debe ser desde el ángulo humanitario”, expuso el canciller Martínez.

 

El canciller de Guatemala, Fernando Carrera, aseguró que la crisis humanitaria que enfrentan los niños no acompañados se debe a los coyotes, quienes se aprovecharon de ellos para hacer negocio al intentar vender la idea de la reunificación familiar al irse a Estados Unidos.

 

Por su parte, Jeff Sachs, director de The Earth Institute de la Universidad Columbia, recordó que la migración de emergencia representa 1% de la población de Estados Unidos, y este fenómeno se debe a un movimiento de gran escala de gente afectada por crisis como el empobrecimiento, el hambre, las catástrofes ambientales, la guerra, la violencia y el tráfico de drogas.

 

Si bien responsabilizó a su propio país, Sachs también señaló que es necesario que las Naciones Unidas identifique claramente la migración de emergencia, elabore estándares humanitarios, mientras que a nivel regional se tiene que revisar el concepto de refugiado, ya que no existen estándares, protocolos ni políticas claras para enfrentar la complejidad de las emergencias que causan la migración masiva de la gente.

 

 

Reclama Papa atención a niños migrantes

 

El Papa Francisco llamó la atención sobre la “emergencia humanitaria” que representan las decenas de miles de niños que emigran solos, no acompañados, para escapar a la pobreza y a las violencias.

 

En un mensaje que leyó el nuncio apostólico, Christophe Pierre, durante la inauguración del coloquio, el Pontífice señaló que esta es una categoría de migrantes que, desde Centroamérica y desde México, atraviesa la frontera con los Estados Unidos de América en condiciones extremas, en busca de una esperanza que la mayoría de las veces resulta vana.

 

“Ellos aumentan día a día. Tal emergencia humanitaria reclama en primer lugar intervención urgente, que estos menores sean acogidos y protegidos. Tales medidas, sin embargo no serán suficientes, sino son acompañadas por políticas de información sobre los peligros de un viaje tal y, sobre todo, de promoción del desarrollo en sus países de origen”.

 

En este sentido, llamó la atención de toda la comunidad internacional para que puedan ser adoptadas nuevas formas de migración legal y segura.

 

La migración se ha convertido ya en un elemento característico y en un desafío de nuestras sociedades, por lo cual es necesario un cambio de actitud hacia los migrantes y refugiados, pasar de una actitud de defensa y de miedo, de desinterés o de marginación, que corresponde precisamente a la “cultura del descarte”, a una actitud que tenga como base la “cultura del encuentro”, puntualizó en su mensaje.