Pasado mañana, la Tierra y las mentes de centenas de millones de personas que la pueblan terminaremos una transformación imaginaria que bien podría llamarse balonización, en lugar de globalización.

 

Diversas disciplinas científicas, humanísticas e ingenieriles, abordan el tema del fútbol, en tanto fenómeno mediático, social, cultural y económico, de un modo serio y riguroso para establecer diagnósticos que permitan formar deportistas de alto rendimiento, o hacer prospectivas y estudios que mejoren la atención de las lesiones. También, la ciencia sirve para cuantificar el impactos que las justas deportivas tienen en las economías, tanto de los países anfitriones como de los participantes, las empresas y el intenso consumo de bienes y servicios, y nuevas tecnologías que se dan en cada competencia que hace gravitar alrededor de un balón a 22 jugadores, tres árbitros y millones de aficionados en todo el mundo.

 

Del lado de la medicina del deporte, las lesiones son la principal preocupación pues, como se sabe, la vida útil de los cracks es de 10 años en promedio –tan efímera como la de un bailarín de danza clásica o las y los modelos de modas–. Las piernas son las zonas del cuerpo que mayor riesgo corren y, aun cuando no reciban heridas traumáticas, como fracturas de tibia, peroné o metatarsos, es común el desgaste de meniscos y rótulas, amén de los constantes esguinces de tobillo. Quizás por esto, no faltan aficionados y expertos que aseguran que nuestros seleccionados no se entregan en una copa mundial con la misma enjundia que muestran en las ligas en que prestan sus servicios. La posibilidad de lesionarse es muy alta y costosa, como lo muestra el caso de Luis “Chapo” Gómez.

 

En cuanto a la economía, en plena víspera del mundial de futbol de Sudáfrica, los especialistas Simon Kuper (columnista del Financial Times) y el economista Stefan Szymanski publicaron el libro Soccernomics, que en España titularon con el incomprensible nombre de: Así es el fútbol. En ese estudio Simon y Szymanski emplean la teoría de juegos y otras metodologías de esa ciencia social para desmitificar una serie de supuestos, entre ellos la derrama económica que una Copa del Mundo deja a los países anfitriones. Lo que sucede hoy día en las principales ciudades brasileñas, es prueba contundente de los planteamientos del libro.

 

La cuestión de fondo es si ser país sede equivale a sacarse la lotería o la rifa del tigre. En este mundial, tan sólo por derechos de transmisión para México, las dos principales televisoras pagaron 300 millones de dólares con una predicción de recuperación de 60% por publicidad. Buen negocio, pero el gobierno de Brasil sólo verá en sus manos muy poco de esa plusvalía.

 

Aunado a lo anterior, el incremento de impuestos para costear infraestructura, logística y seguridad durante casi un mes de partidos tiene a los contribuyentes brasileños verdaderamente iracundos. En México seguimos pagando hoy, mediante la tenencia automotriz, gastos de la XIX Olimpiada, de aquel infausto 1968.

 

Otras disciplinas, como la aerodinámica, la sociología y la comunicación, han prestado sus conocimientos, mediante auténticas redes de trabajo, que empatan totalmente con lo planteado por Simon y Szymanski sobre, por ejemplo, tres aspectos cuantificables respecto de algo tan subjetivo como la pasión futbolera: ¿cuántos pobladores juegan ese deporte, cuántos van a los estadios y cuántos lo siguen por televisión?

 

Después viene el ingreso per cápita de los jugadores: una selección tendrá más probabilidades de ganar un mundial si la mayoría de sus integrantes es de clase media; o si la tasa poblacional es alta, si en el país en cuestión el futbol ha formado escuela. Brasil y España figuraban en la lista en la tabla de las 10 mejores selecciones del mundo de Soccernomics, la historia le dio la razón.

 

Desde hace tiempo, aficionados y expertos mexicanos han señalado que a nuestra selección le vendrían bien no sólo buenos directores técnicos sino una red de especialistas, entre los que se contara con psicólogos, físicos, economistas, comunicólogos, médicos, politólogos y matemáticos, que estudien los indicadores y las variables relativas al desempeño de la escuadra tricolor y los ayuden a aprovechar, de manera científica, sus potencialidades y habilidades; tal como lo hizo Estados Unidos, que nos arrebató la imagen de “gigantes de la CONCACAF” en tan sólo 12 años.

 

Por lo pronto, y para no ser ingratos, recordemos que sin ese gol de último segundo que los vecinos del norte propinaron a Panamá, México no estaría hoy en Brasil.