La primera losa que debió soportar sobre la espalda fue portar el nombre de un padre no sólo célebre ex futbolista, sino también espléndido y carismático analista televisivo.

 
Quizá por eso, quizá porque nunca dispuso de la ocasión o la suerte, quizá sólo porque no tuvo condiciones, pero Rafael Puente del Río apenas dispuso de minutos en primera división.

 
Para los reporteros que acudíamos al Atlante, Rafa era un jugador distinto, porque, a diferencia de lo que pasa con quien no ha debutado, todos conocíamos su nombre y utilizábamos una lupa para verlo entrenar –sospechosismo mexicano: no obstante, de haber existido nepotismo, hubiera alineado mucho más.

 
La segunda losa que debió soportar fue cuando, todavía en edad de jugar, llegó a Televisa Deportes como comentarista. A la etiqueta original de ser hijo del ex guardameta de Atlante y América, ahí se añadieron dos aun más pesadas: por un lado, haber osado aparecer en telenovelas, haber circulado por las instalaciones de San Ángel vistas de soslayo desde Chapultepec, haber sido visto tan cómodo al lado de Ludwika Paleta y otras celebridades; por otro, verse y vestirse demasiado bien como para pretender hablar de futbol. Como colofón, algo de lo que nunca estuve seguro, pero que se repetía a menudo: que Televisa sólo lo buscó para ganárselo a TV Azteca que mucho antes había detectado su potencial.

 
Así que antes que convencer a la audiencia, Rafa debió convencer al grupo con el que a partir de ese momento compartía transmisiones. En ambos casos, a poco de debutar al aire ya lo había logrado. Preparado, audaz, seguro de sí mismo, preocupado porque no se le viera sometido a intereses, con amplio vocabulario, renuente a refugiarse en clichés y lugares comunes tan propios de nuestra profesión, diseccionaba con claridad el futbol.

 
La tercera losa que debió soportar fue cuando presentó a Jorge Vergara un proyecto para el Guadalajara. Si antes se le fustigó por atreverse a ser comentarista cuando había sido actor, ahora los ataques eran por pretender ser directivo cuando recién había sido comentarista. Como todo en esa etapa de Chivas, los meses de Puente fueron pocos en las oficinas del Rebaño.

 
La cuarta losa que debió soportar sobre la espalda fue unos meses atrás, cuando aceptó dirigir a Lobos BUAP. ¿Actor, comentarista, directivo y ahora DT? Sin embargo, de inmediato cambió la cara al conjunto poblando y se vio más cómodo que nunca, hasta consumar el ascenso.

 
A Rafa Puente del Río nadie podrá reprocharle haber dejado de creer, haber claudicado en sus sueños, haber renunciado a hacerlo todo a su estilo. Evidentemente mucho le queda por aprender, aunque deja una clara lección a nuestro futbol: la primera, que urge dar oportunidades de aportar no sólo a más jóvenes, sino también a quienes se han preparado distinto y a mayor profundidad; la segunda, que las etiquetas, los estigmas, los estereotipos, estorban; que nada más peligroso que ese simplismo que nos llama a juzgar sin conocer.

 
Todo lo que ha conseguido, es con un inmenso mérito: no sólo los éxitos, sino su consecución siempre bajo una losa que vimos todos, pero que él, tan convencido de lo que debía hacer, acaso jamás percibió.

 
Twitter/albertolati

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS.