La innovación tecnológica ha sido el detonador que ha revolucionado muchas industrias. Hace algunos años internet y la aparición de dispositivos móviles redefinieron el modelo del consumo de música, de los hábitos de compra de boletos de avión y reserva de hoteles, … en fin hay muchos ejemplos que dan cuenta de la transformación de los paradigmas convencionales de negocio.

 

Es por ello que resulta trasnochada la manifestación de los taxistas que se oponen a la llegada de los nuevos modelos de negocios en el sector del transporte urbano basados en tecnología, como la empresa Uber.

 

Uber Portland_Sald

 

Sus argumentos son que, al no comprar placas, pagar derechos, pasar revista… entrarle con las mordidas con la autoridad al igual que todos los taxistas, pues el servicio de transporte privado de Uber es ‘ilegal’.

 

En el fondo me da la impresión de que los taxistas, esos que realizaron bloqueos y manifestaciones el lunes pasado en la Ciudad de México, fueron y son utilizados por liderazgos políticos interesados en polarizar a la sociedad, crear conflicto y encono social y en atizar odios sin esgrimir propuestas progresistas.

 

Me estremezco de sólo pensar que detrás de este conflicto trasnochado estén las huestes de una figura política como Andrés Manuel López Obrador, como muchas aseguran. Y me estremezco porque sería verdaderamente patológico que el hombre continúe recurriendo a la desgastada, deleznable y antipática fórmula de la desestabilización y boicot como método de activismo político, cuando esa ha sido su principal debilidad en términos de percepción pública como líder político.

 

Si dejamos la ingenuidad y la reflexión romántica de lado lo que en el fondo desean los líderes que están detrás de los taxistas es no perder el control del sector. Mantener sus prebendas cimentadas en la corrupción como cabecillas de una mafia que, perversamente desde el Gobierno capitalino, fomenta el crecimiento de la verdadera competencia desleal de los taxistas decentes: Los taxis pirata.

 

Uber es un modelo de negocio que responde a una demanda social. Una oferta de movilidad urbana que capitaliza justo los esquemas de inseguridad, corrupción, incivilidad e incomodidad que fomentan las mafias que desde el poder ofrecen un servicio de taxi bajo un modelo anacrónico y francamente de tercera.

 

Un verdadero líder social o político estaría incorporando las mejores prácticas de un modelo como el de Uber para que el paradigma de los taxistas cambie radicalmente respondiendo a las exigencias del mercado. La tecnología ya revolucionó el sector. Punto. La ciudadanía quiere seguridad, higiene, educación, civilidad y confort en los servicios de movilidad urbana. Punto.

 

Yo quisiera ver cuál sería el costo político de un gobernante o de un candidato que se aviente la puntada de defender la causa de una mafia bajo esquemas de manifestación social agresiva, en perjuicio de quienes están a favor de la innovación como factor de bienestar social y de quienes padecen con los bloqueos y actos de vandalismo.

 

Yo estoy seguro que un político con la experiencia de Andrés Manuel López Obrador, con el capital político que le está creando el partido en el poder sin proponérselo, vaya a patrocinar esta batalla. Me parece que si busca la simpatía de los sectores que lo ven con animadversión justo estaría mediando con propuestas progresistas orientadas a modernizar y transparentar un sector del cual viven miles de familias y que no merecen estar atadas a la tiranía de una mafia corrupta.

 

Las industrias de la música, de los viajes, de los videojuegos, de los libros… aprendieron a redefinir sus modelos de negocio a partir de la llegada de nuevos paradigmas nacidos a partir de la innovación tecnológica. Ese es el palpitar del progreso social.