México arranca 2015 con un panorama gris: Un precio del petróleo por abajo de los 40 dólares por barril, un dólar por arriba de los 15 pesos y con un gobierno cuestionado por fomentar la corrupción y beneficiarse de la impunidad.

 

Los ojos del mundo ven a México como el ‘salvaje oeste’. Un lugar donde las diferencias ideológicas o la insubordinación se arreglan a balazos. Donde los políticos son enviados a la cárcel por corruptos sólo si son considerados ‘estorbos para el sistema’… y donde las autoridades hablan de combatir la corrupción glorificando la impunidad.

 

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En el discurso oficial se habla del combate a la corrupción cuando una parte de la población está acostumbrada a mocharse para obtener beneficios, mientras otra parte está acostumbrada a recibir ese moche para facilitar cualquier trámite o favorecer con algún negocio a alguien.

 

Los medios y las redes sociales consignan desde un diputado panista insultando, denigrando y amenazando a una mujer -presumiblemente su pareja- por haber perdido una licitación ‘amarrada’; un presidente municipal drenando más de 200 millones de pesos de las arcas de San Luís Potosí, o altos funcionarios priistas con colección de relojes de hasta 800 mil pesos.

 

En tanto, la mayoría de los líderes sindicales más corruptos -íconos de la corrupción y de la extorsión en México- libres, muchos con cargos legislativos, otros ya murieron o están en la cárcel por ser considerados enemigos del sistema.

 

Los medios dan cuenta a diario que el subsuelo del país parece tener más cadáveres de desaparecidos que petróleo, que en México llueve más plomo que agua, y que la sangrante herida que tiene el debilitado Estado de derecho nacional sigue padeciendo los efectos anticoagulantes de la impunidad.

 

Me parece que la crisis social y económica en México son consecuencia de la ausencia real de liderazgos y de la nula credibilidad en el actual sistema político del país.

 

¿A estas alturas quién le cree a un delegado, un presidente municipal, un legislador, un gobernador o un funcionario federal que diga trabajar con vocación de servicio?

 

Así pues, México arranca 2015 con promesas de no más ‘gasolinazos’, disminución en las tarifas de energía eléctrica y eliminación de los cobros de larga distancia nacional, entre otros anuncios orientados a favorecer la economía familiar.

 

Pero aún no ha habido autoridad que explique con toda transparencia por qué si México importa de Estados Unidos 50% de la gasolina que se consume en el país, y lo hace a un precio 60% más barato por galón, por qué no ha trasladado ese ahorro al bolsillo de los usuarios? ¿A dónde se va ese ahorro?

 

Meter en cintura a los ambulantes, bajar el costo de los energéticos, eliminar la impunidad con señales contundentes, castigar la corrupción predicando con el ejemplo, meter orden al país y, sobre todo, modernizar la educación pública, esas sí serían iniciativas que beneficiarían a los mexicanos. Lo demás es populismo y demagogia que continúa socavando la credibilidad de liderazgos políticos trasnochados.