¿Otro equipo deslavado –burda copia de la imagen que se da en México, nueva constatación de nuestra incapacidad para competir lejos de casa– nos representará en el próximo Mundial de Clubes?

 

 
Esperemos que no. Por ello, más importante que el resultado de esta noche o del nombre del conjunto que avance al Mundial de Clubes de la FIFA, será cómo lo haga, serán las cuentas que allá entregue, será la urgencia de no manchar al futbol mexicano con otra mala actuación.

 

 
Ninguna liga ha reinado en su confederación como la mexicana en Concacaf; ni recientemente la española en UEFA, ni la argentina o brasileña en Conmebol, nadie puede presumir de haber mandado exponente hasta a trece de catorce ediciones. Y ningún país ha regresado con tanta recurrencia tan decepcionado de su papel mundialista.

 

 
Sea Pachuca, sea Tigres, tendrán que comenzar desde esta misma semana el plan para llegar en máxima curva de rendimiento al torneo, algo que ha sido poco habitual; ante proyectos deportivos tan sólidos, como lo son el tuzo y el regiomontano, no admitiremos lamentos de saturación, cansancio, ritmo, excusas a medida para cada ocasión.

 

 

¿Exagero? Entendamos que África y Asia han tenido finalistas mucho antes que México. Entendamos que, con mayor presupuesto e infraestructura que los sinodales sudamericanos, jamás se les ha derrotado en Mundial de Clubes.

 

 

Entendamos que los únicos resultados positivos ante europeos, fueron en el debut mismo, cuando esta competición tenía un formato diferente y el Necaxa destacó primero contra Manchester United, luego ante Real Madrid.

 

 
Quizá el punto de partida sería ese que difícilmente se dará: modificar ya mismo el calendario del próximo certamen local, dando pauta a que la final se realice antes del eventual viaje a Emiratos. Lo del pasado diciembre fue tan malo para el sentido de competitividad de nuestra liguilla (un finalista sobre ajetreado, otro fuera de ritmo), como para las mentes y piernas de quienes viajaron a Japón pensando en volver a México para disputar una final.

 

 
Suele afirmarse que nuestra liga es muy superior a nuestra selección, aunque con base en estrictos números, eso solamente al interior de Concacaf. Con los equipos nacionales como estandarte, la Concacaf ocupa el penúltimo sitio en la clasificación histórica de este torneo, sólo por delante de la debilísima Oceanía.

 

 
Eso tenía que haber cambiado mucho tiempo atrás. En Pachuca o Tigres, quienes dirimirán esta noche el boleto de la región, está el imperativo cambio.

 

 
A diferencia de lo que pasa con la Champions League, cuyo trofeo tiene mayor valor que el pase al Mundial de Clubes, con la Conca-Champions lo verdaderamente trascendente es la calificación al certamen de FIFA.

 

 
Ahí, en diciembre, Tuzos o Tigres habrán de mostrar por qué priorizaron tanto este evento. Basta de conformismos, excusas o resignaciones: si la liga mexicana gasta tanto y manda como ninguna otra en su hemisferio, en Emiratos deberá, de una vez por todas, muy tardíamente marcar territorio en este Mundial.

 
Twitter/albertolati

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