“¿Quién es el bueno?”, gritó alguien mientras ambos personajes posaban, hombro con hombro, para las cámaras. “Los dos son buenos”, exclamó alguien más, cuando se despedían de los fotógrafos. Tras darse un abrazo y antes de tomar caminos distintos, José Antonio Meade bromeó: “Yo no sé quién es el bueno, pero sí sé que él es el más educado”, refiriéndose a Aurelio Nuño, quien respondió con una carcajada.

 

Era la foto que había que obtener. Tal como se esperaba, la Asamblea Nacional del PRI resultó en la eliminación de candados para alcanzar alguna candidatura, incluso la presidencial. Ya no es requisito haber militado en las filas tricolores durante años, lo que abre la puerta a candidaturas “ciudadanas”. El presidente Enrique Peña Nieto, quien estuvo presente en el cierre del evento, declaró ante reporteros que la asamblea “no tenía dedicatoria”, aunque esto resulta difícil de creer.

 

En el PRI entienden -el propio Peña Nieto lo sabe- que la única forma de mantener la Presidencia de la República es postulando un candidato que no represente al rancio sistema tricolor, sinónimo del presidencialismo y de la antidemocracia. Saben que, si quieren ganar en 2018, deben enviar a alguien con un perfil distinto, fresco desde el punto de vista político, con una buena imagen y de eficacia probada. Vamos, irónicamente, que no “parezca tan priista”. De ahí que los nombres que suenen con mayor fuerza sean de personajes, cercanos al partido, pero no necesariamente militantes de cepa, como Meade, Nuño, Enrique de la Madrid y José Narro.

 

Por ello resulta inverosímil que, en la congregación priista, no se haya buscado crear nuevas reglas para favorecer a determinados participantes. Ni Meade ni Nuño cumplirían con los años de militancia requeridos en el marco anterior. Hoy se abre la puerta para ellos. En el caso de Narro y De la Madrid, si bien están vinculados al PRI desde hace muchos años, no están envueltos en la viciada atmósfera que envuelve a varios tricolores. Narro gusta por su perfil universitario y social, mientras que De la Madrid cuenta con una imagen atractiva y ha dado resultados positivos en el gabinete.

 

Más allá de las nuevas reglas del juego y las ventanas que se abren para algunos y se cierran para otros, el mensaje es claro: la elección del candidato está en manos del primer priista del país, el Presidente de la República. Las voces “disidentes” dentro del partido se apagaron. El llamado del dirigente, Enrique Ochoa Reza, a la unidad no fue un exhorto, sino una llamada de atención. Si el organismo llega dividido a 2018, mantenerse en Los Pinos será misión imposible.

 

El PRI ha iniciado así su proceso rumbo a la presidencial. En el PAN y el PRD las reglas son confusas y el jaloneo político está a todo lo que da. Lo cierto es que estas fuerzas políticas deben considerar el hándicap que representa el tiempo que transcurre antes de nombrar a su candidato frente al único aspirante que, estamos seguros, aparecerá en las boletas; el candidato de Morena, en campaña desde hace varios años.

 

caem