Hoy, hace 150 años, la madrugada del 15 de mayo, los habitantes de Querétaro dormían y, a su alrededor, soldados imperiales y republicanos se vigilaban mutuamente, esperando el fatal desenlace de un asedio que ya llevaba 61 días. Aquél día también terminaría el sueño de formar un Imperio Mexicano.

 
El año era 1867 y la miseria se había adueñado de la ciudad, pues Benito Juárez, presidente de la República, molesto con sus ciudadanos, favorables al emperador Maximiliano de Habsburgo (traído por los conservadores mexicanos y los invasores franceses en 1864, para ocupar el trono de México), había decidido frenar los ataques a la plaza y rendirla por hambre, narró Andrés Garrido del Toral, cronista oficial del estado y el municipio de Querétaro, en una entrevista con 24 HORAS.

 
“Juárez se quejaba de que la población queretana no apoyaba a los republicanos y ordenó que ya no hubiera más batallas sangrientas, dijo: ‘mejor que caiga sola la ciudad, por el hambre, las enfermedades y la sed’”, afirmó Garrido.
¿Pero qué hacía Maximiliano de Habsburgo encerrado en Querétaro?
Un lustro había pasado desde la victoria del Ejército de Oriente sobre las tropas de invasión francesas, en Puebla, el 5 de mayo de 1862. Cinco años de una guerra en la que el legítimo Gobierno de la República, encabezado por Juárez, fue retrocediendo de plaza en plaza hasta atrincherarse en Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez).
Protegidos por Francia, el 28 de mayo de 1864, Maximiliano de Habsburgo y Carlota de Bélgica desembarcaron en Veracruz con grandes esperanzas; pero casi tres años después, al nuevo emperador de México sus aliados franceses lo dejaron sólo, pues la guerra con los prusianos, sus enemigos de siempre, los reclamaba en sus propias fronteras.
Abandonado por Francia y con Carlota en Europa, quien se volvió loca de desesperación de no encontrar apoyo, armas y soldados para su esposo, Maximiliano salió de la Ciudad de México en busca de su destino en Querétaro, donde tenía más partidarios, y ahí fue completamente rodeado por las tropas republicanas.
Para el cronista de la ciudad, Maximiliano fue quién decidió entregar la plaza a sus enemigos, después de un riguroso asedio, a sabiendas de que no llegarían refuerzos imperiales y de que la lucha contra los juaristas estaba perdida.
Versiones de la historia cuentan que el coronel Miguel López, compadre del emperador y jefe del Regimiento de la Emperatriz, fue quien lo entregó a traición; sin embargo, los indicios muestran que fue el propio Maximiliano quién lo envió a entrevistarse con Mariano Escobedo, jefe del ejército republicano, para negociar la entrega de Querétaro.
“Estudiando todos los indicios podemos decir que Maximiliano mandó entregar la plaza no por un acto de cobardía, sino para que ya no siguiera sufriendo la ciudad; porque si además, ésta se tomaba a sangre y fuego, se iba a hacer una matanza con gente inocente”, relató Garrido.
Así que aquella madrugada del 15 de mayo, López llevó a los republicanos a través de las defensas del Convento de la Cruz, donde dormía el emperador, desarmando a los soldados imperiales a su paso.
“Los soldados somnolientos que tenía ahí la guardia imperial, al reconocer a López como oficial de alta graduación, los iba desarmando él o les ordenaba bajar las armas”, afirmó el cronista.
“El emperador fue despertado por su doctor y sus sirvientes… se levantó a las tres de la mañana en completa calma, dicen que ya dormía con morfina que le inyectaba el doctor Samuel Basch, entonces no lo tomó de sorpresa; algo ya sabía Maximiliano”, concluyó Garrido.
Maximiliano y Querétaro cayeron esa noche en manos de los republicanos. La última etapa del drama culminaría con la muerte del emperador, pero ésa ya es otra historia.

 

Frases
“Juárez tomó la decisión de que la ciudad no fuera tomada a sangre y fuego, porque Escobedo no era mucha pieza para el cerebro de Miguel Miramón, que era el mejor imperialista en las artes de la guerra”
Andrés Garrido del Toral
Cronista oficial de Querétaro

 

“Careciendo el soldado en mucho tiempo de pan, de maíz, de trigo, de café, de aguardiente y hasta de leña; he aquí cómo se ha prolongado la defensa de Querétaro más allá del tiempo marcado por las circunstancias”
Miguel Miramón
Jefe del Estado Mayor del Ejército Imperial