No sé si lo ha notado o ha percibido cómo hay un desánimo generalizado por lo que nos está tocando vivir a los mexicanos en este inicio de año.

 

Claro que tenemos factores internos del tamaño del aumento en los precios de las gasolinas y las presiones inflacionarias que estamos viendo. Pero una buena parte del desánimo está relacionado con la figura de ese personaje que ahora despacha en el salón oval de la Casa Blanca.

 
Vemos y escuchamos a Donald Trump y nos genera angustia, molestia, nos pone de malas y nos deprime. Nos sentimos impotentes ante sus injustas palabras hacia los mexicanos y tememos lo peor para nuestra propia causa.

 
Evidentemente si nuestras actividades cotidianas están directamente relacionadas con aquel país, como ser exportadores o depender de las remesas que llegan desde allá, pues sí tenemos razones para preocuparnos.

 
Pero aun en esos casos lo primero que tenemos que hacer es no tomarnos como algo personal todo aquello que hace y que dice Donald Trump. El desasosiego es global, empezando por millones de estadunidenses que no se sienten bien representados por su Presidente.

 
Lo que sí tenemos que hacer es tomar medidas de finanzas personales que son propias de una etapa de crisis económica.
Hay que tener información, pero información confiable. No hay que hacer caso a rumores que encuentran en estas épocas de turbulencia y enojo social un terreno fértil para implantarse con éxito. Siempre recurra a información de fuentes confiables.

 
No se sume a boicots en contra de empresas o productos que usted crea que son gringas. Es un hecho que afectará el trabajo y la inversión de un mexicano. No nos pongamos al nivel de Trump de no entender lo que hoy implica la globalización.
Es indispensable el uso racional de los recursos, del salario, de lo que tenemos. Es verdad que se tienen que replantear muchas decisiones de compra e inversión.

 
Reduzca gastos y busque aumentar sus ahorros. Por poco que sea es una virtud el juntar algo de dinero y más en tiempos de incertidumbre. Lleve un registro de cuánto gana y cuánto gasta, va a descubrir fugas de dinero que ni se imagina.

 
Las tasas de interés han subido, sobre todo en muchos productos de crédito al consumo. Por lo tanto reconsidere endeudarse con la tarjeta de crédito. Piense muy bien si es momento de cambiar el coche.

 
Pero eso sí, la racionalidad no es sinónimo de cancelar cualquier actividad económica. Si, por ejemplo, ve usted una buena opción hipotecaria, lo quiere y lo puede pagar, no se detenga. Y más si es a tasa fija.

 
Cuide su trabajo. Renegocie, si puede, sus ingresos, pero privilegie la productividad porque de ello depende que se mantenga la fuente laboral.

 
Denuncie cualquier abuso en tarifas y precios. Y no compre donde evidentemente quieren abusar de su bolsillo.

 
Reafirme sus alianzas, con su pareja, sus hijos, su familia, compañeros y amigos. Es muy fácil contagiar el mal humor y el desánimo a los círculos cercanos y son lo mejor que tenemos.