En España están demasiado preocupados pensando en el proceso soberanista de Cataluña, en la fuga de Carles Puigdemont, en si la Policía Autónoma Catalana acata las órdenes del ministro del Interior. Les preocupa demasiado la independencia catalana.

 

Preocupa también la merma económica que va a sufrir España por el “capricho” del líder independentista, que ya se acerca a los seis mil millones de dólares. Hemos desviado nuestra atención en algo superfluo, mientras hemos desatendido problemas mucho más acuciantes.

 

Ya nadie se acuerda del terrible atentado que sufrió Barcelona el 17 de agosto pasado. Un terrorista del DAESH asesinó a 16 personas en la céntrica calle peatonal de Las Ramblas. Atropellaba a diestra y siniestra, sobre todo lo que se cruzaba por delante de su camión. No se han cumplido ni tres meses de ese mortífero atentado y hoy, en Cataluña, ya nadie se acuerda. Parece que la ensoñación de la “independencia” ha desbancado al terrorismo.

 

Los Mossos d’Esquadra –la Policía Autónoma de Cataluña- estuvieron más pendientes de la independencia durante todo este mes de octubre que de vigilar la posibilidad de un acto terrorista. Y, ¿ahora? Ahora están que no saben dónde están. Viven desorientados en saber a quién tienen que obedecer, aunque con los días van entendiendo que su jefe ulterior es el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido.

 

Pero el terror del Estado Islámico no entiende de repúblicas ni de separaciones, ni de independencias. Al contrario. Cuanto más débil es el Estado, mucho mejor es para ellos. La inestabilidad que ha propiciado el “proceso de independencia” representa la excusa perfecta para cometer un atentado terrorista.

 

El Estado Islámico busca siempre lugares turísticos, reconocidos mundialmente y con saturación de gente. Barcelona es candidata natural. Es conocida a nivel internacional –máxime ahora con la “aventura” de Puigdemont- y está repleta de turistas.

 

Además, tampoco podemos olvidar que Cataluña es uno de los lugares de España donde existe una mayor población musulmana. Es una zona muy rica de la Península Ibérica y la inmensa mayoría de los que profesan el islam y se asientan en Cataluña son personas de bien.

 

Muchos de ellos viven en el cinturón industrial de Barcelona y en el Barrio del Raval, muy cerca del lugar del atentado de agosto pasado. Por ese barrio, por el Raval, han pasado, de una manera u otra, terroristas que atentaron en Bruselas, Londres o París. Incluso, Mohamed Atta, que fue uno de los cerebros de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York.

 

Cuando el jueves 17 de agosto, un loco del Estado Islámico golpeó Barcelona, abrió la veda contra toda España. Los terroristas golpearon lo que ellos denominan el Al-Ándalus, y eso es algo mucho más relevante que la independencia imaginaria. El antiguo Al-Ándalus es la España actual y lo reclaman como algo propio. Fue antiguo Califato y dominó la Península Ibérica durante ocho siglos.

 

Tanto la Policía Autónoma Catalana como los Servicios de Inteligencia españoles –CNI-, y los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado en general deben centrarse en lo importante y no en lo tangencial. De lo contrario, podrían darnos de nuevo un susto letal.