Este 22 de junio los católicos recuerdan la memoria de Santo Tomás Moro, un famoso abogado, filósofo y político que murió decapitado en 1535, por negarse a traicionar la fe católica.

 

Sin embargo, un detalle suyo lo ha vuelto conocido: ser el santo de los políticos y gobernantes.

 

“El hombre no puede ser separado de Dios, ni la política de la moral”, decía Santo Tomás Moro.

 

Nació en Londres en 1477 y mantuvo siempre una vida de fe. Se graduó en la Universidad de Oxford como abogado y su carrera exitosa lo llevó al parlamento. Con Jane Colt tuvo un hijo y tres hijas. Su esposa muere y contrae nupcias nuevamente con Alice Middleton.

 

En 1516 escribió su libro “Utopía”, lo que llamó mucho la atención de Enrique VIII, quien lo puso en importantes puestos.

 

Cuando el rey seguía con su intención de repudiar a su esposa para casarse con otra y se disponía a separarse de la Iglesia de Roma para formar la iglesia anglicana bajo su autoridad, Santo Tomás Moro renunció.

 

Más adelante se dedicó a escribir en defensa de la Iglesia y con su amigo, el Obispo San Juan Fisher, se rehusó a obedecer al rey como “cabeza” de la iglesia. Ambos, fieles a Cristo, fueron encarcelados. Meses después fue ejecutado San Juan Fisher y días posteriores Santo Tomás fue condenado como traidor.

 

Murió mártir al oponerse a la división interesada de Enrique VIII. En el andamio para ser ejecutado, el Santo les supo decir a la multitud que moría como “el buen servidor del rey, pero primero Dios” y, siendo decapitado, partió a la Casa del Padre el 6 de julio de 1535.

 

Tres siglos después, ambos fueron beatificados en 1886 por León XIII y posteriormente fueron canonizados, en 1935, por Pío XI, con motivo del cuarto centenario de su martirio.

 

JMSJ