En todo momento, en mi vida pública y privada, he procurado actuar con dignidad y firmeza.

 

Tengo la cabeza fría para no apartarme de ser reflexivo, crítico, serio.

 

Los años de experiencia en el servicio público no me permiten ser ingenuo. No me autoengaño ni soy fácil de engañar.

 

Tengo pasión por la política, pero también me acompañan la mesura y el sosiego.

 

Reafirmo que han sido días difíciles, y seguimos construyendo la decisión final.

 

Hace 20 años renuncié al PRI por una imposición del candidato al Gobierno de Zacatecas. La ciudadanía me apoyó y ganamos.

 

Veinte años después, con condiciones diferentes y más experiencia, estoy ante una nueva adversidad, la cual, seguramente también con carácter, vamos a enfrentar.

 

Han sido 20 años de acompañamiento al movimiento que encabeza Andrés Manuel López Obrador. En las buenas y en las malas. Han sido más las malas, pero nunca dejé de apoyarlo. Por convicción y por principios.

 

Hoy ha llegado un momento en el que el trato, la cortesía y la dignidad han estado ausentes. Y es la hora de definir este ciclo de mi vida, lo cual ocurrirá en los próximos días.

 

La reflexión y la decisión no son fáciles de tomar, ni abrupta ni precipitadamente.

 

Reconozco que sería doloroso para mí separarme de la organización que fundé, en la cual tengo muchos amigos, en la cual construí asambleas estatales en varias entidades; pero, por dignidad y decoro, más allá de los puestos y de los cargos, debo asumir de manera contundente una posición política que me aleje de la indefinición permanente.

 

En la organización política que fundé, participan hombres y mujeres extraordinarios que están convencidos de la transformación del país; que creen, como yo, que Andrés Manuel López Obrador es el hombre con más autoridad moral para convertirse en Presidente de la República.

 

Tristemente, es un pequeño grupo, al que he denominado La Nomenklatura, el que se encargó de apoderarse de la toma de decisiones políticas de nuestra organización.

 

Pero nadie es indispensable, ni necesario, en un movimiento para la transformación del país.

 

Los liderazgos se sustituyen, y la llegada de simpatizantes a Morena es realmente fértil, por lo que estoy seguro que no afectaría en nada, ni a nadie, mi probable ausencia. No pasaría de ser anecdótica, y olvidarse con rapidez.

 

Sin embargo, lo que sí debo dejar a salvo es la dignidad, y eso es el fondo del episodio que me ha tocado vivir.

 

La adversidad política siempre me ha acompañado. Nada ha sido fácil en mi vida pública.

 

Antes, el gobierno y el sistema me atacaban por mis ideales y por mis valores. Actualmente, al interior de mi organización recibo los embates, pero siempre he sabido resistir. Y hoy no será la excepción.

 

Cuando actúas con honradez y dignidad, todo vale la pena.

 

caem