La imagen poda a la palabra; si la política se ha convertido en la ciencia de la simulación, entonces la comunicación pública es un guion.

 

Mariano Rajoy no comunica, dicta. Su imagen es el silencio. El temor frente a la crisis económica. Cuando Rajoy se atreve a hablar, insiste que él ya cumplió. Es Europa (instituciones comunitarias) quien debe de dar la cara por España.

 

“No va a haber ningún rescate de la banca española”, comentó el presidente en una “sorpresiva” aparición frente a periodistas. El entrecomillado no es casual. Rajoy tuvo que salir a escena por orden de la prima de riesgo, su marcapasos. (La prima de riesgo mide la exposición del peligro soberano de un país a largo plazo en relación al riesgo de Alemania.)

 

La imagen no solo soy yo, sino la suma de las circunstancias.

 

El presidente Calderón decidió monopolizar su discurso. El top of mind sobre su sexenio es “seguridad”. Si el presidente dirige unas palabras a los niños en su día (30 de abril), irremediablemente les habla de la seguridad; si entrega algún premio deportivo, sus palabras melódicas se las dedica al tema de seguridad. En efecto, la cifra diabólica de los 50 mil muertos requiere de matices pedagógicos. Sin embargo, el lenguaje monotemático termina por saturar; por convertir al discurso en el estribillo más sonado del sexenio.

 

El lenguaje libera, relaciona y emociona, aunque siempre es rehén de fuerzas cerebrales.

 

Al dar a conocer la nacionalización del capital accionario de Repsol, en la petrolera argentina YPF, Cristina Kirchner se hizo acompañar por Evita en el entendido de que la semiótica no requiere de largas explicaciones, y en tiempo de Twitter, lo mejor es ahorrar palabras.

 

Los televidentes argentinos escucharon a su presidenta viendo a Evita. Escuchar y ver, para qué pensar. El mensaje dictado era lo de menos. Lo importante, el nacionalismo. “La verdad que es un día muy especial, un día que tal vez no pensé tener que vivir como Presidenta de los argentinos, y que tal vez la historia ha sido muy generosa con esta Presidenta, que le ha permitido enviar (al Congreso) el proyecto de recuperación (de la empresa energética)”.

 

La retórica hace al político que se rinde ante la imagen. Y sin embargo, la naturalidad existe. Ocurre frente a ojos que no ven la vida en blanco o negro.

 

El primer acto presidencial de François Hollande fue simbólico. Quiso enviar un mensaje a la observadora nación francesa, que tuvo la curiosidad de seguir al presidente durante todas sus actividades durante el día 1, al visitar el monumento: de Jules Ferry. El precursor de la escuela laica y gratuita. Hollande no se intimidó por las advertencias que le habían hecho sus asesores unas horas antes en el sentido de que a Ferry simpatizó con las acciones colonialistas. Hollande leyó: “Cualquier ejemplo tiene límites, cualquier hombre tiene sus debilidades.

 

Y todo hombre es falible. Al recordar a Jules Ferry, yo no apoyo algunos de sus aberraciones políticas. Su defensa de la colonización era, moralmente y políticamente, incorrecta. Debe, por tanto, ser condenado. (…) Sin embargo, Ferry tuvo por la lucidez necesaria para diseñar la escuela pública, el constructor de nuestra gran casa común (…) La escuela como la emancipación.

 

El optimismo es el estado natural de los estadistas, dicen. La realidad es que a la gente no le gustan las malas noticias. Preferible una mentira bien contada que una verdad matizada.

 

Obama se prepara para ganar la elección presidencial por segunda ocasión.

 

El 24 de enero se metió al ritual del Discurso sobre el Estado de la Unión y dijo: “Nos reunimos esta noche sabiendo que esta generación de héroes ha aumentado la seguridad y el respeto de los Estados Unidos alrededor del mundo. (Aplausos.) Por primera vez en nueve años, no hay estadunidenses luchando en Irak. (Aplausos.) Por primera vez en dos décadas, Osama Bin Laden no es una amenaza para este país. (Aplausos.) La mayoría de los lugartenientes principales de al Qaeda han sido derrotados. El impulso del Talibán se ha frenado, y algunas tropas en Afganistán han comenzado a regresar a casa”.

 

Si enemigos la política carecería de hipnotizadores. Es la figura del enemigo la que inspira a la perversidad.

“Cuando estamos sin Estados Unidos estamos mejor”. Palabras por las que los bolivianos podrían viajar en el túnel del tiempo al siglo pasado. La guerra fría.

 

Las palabras son los certificados del cerebro; la mejor hipótesis de la evolución.

 

Atención con las palabras presidenciales. Cada coma involucra matiz. La entonación y las pausas también son mensajes. El presidente mexicano grita para que calen sus mensajes. El grito es el taladro que visita al tálamo. Lo altera más que estimularlo. Seguridad, seguridad y seguridad. Para que no quede la menor duda, seguridad en do mayor.

 

Desde el silencio Rajoy se esconde de sí mismo. Si la posibilidad se lo sugiere, lo mejor es evitar su traslado al Congreso. No es necesario hablar de Bankia, su dolor de muelas. No a la intervención bancaria siempre y cuando el gobierno nacionalice a los activos tóxicos. Rajoy, derecha, incentivó el intervencionismo al banco central. Presionó a su director y éste dijo adiós. Qué necesidad.

 

Hollande vive su luna de entusiasmo. Juega con los símbolos. Es el presidente normal. De ahí que le haya rendido homenaje a un hombre normal, Jules Ferry. Mitad luz, mitad sombra.

 

Los discursos de Obama son tan frescos como las redes sociales. Juvenil a pesar de la vejez de su gobierno. Quizá el último. Quizá no. Hablar de asuntos internacionales en beneficio de su propio país, lo mejor. Estimula y motiva. Bush hijo lo hacía pero para describir al demonio. Obama. Algo similar ocurre con las palabras de Evo. Bolivia está mejor sin Estados Unidos. El aislacionismo sobre el satán estadunidense.

 

@faustopretelin ● fausto.pretelin@24-horas.mx