En un capítulo más, de la tragicomedia veracruzana, el ex gobernador tricolor Javier Duarte de Ochoa le envió un segundo mensaje al actual mandatario aliancista, Miguel Ángel Yunes, vía el colega Ciro Gómez Leyva.

 

La misiva indica que el ayuno -la huelga de hambre- es en solidaridad con sus ex colaboradores que se encuentran “injustamente privados de su libertad” y por lealtad a todos ellos. En la carta califica de “dictador” al titular del Ejecutivo local y dice que la jueza Alma Aleida Sosa Jiménez es títere de su sucesor.

 

Asegura Duarte que el actual gobierno es un desastre y que había prometido Yunes rescatar a la entidad, pero que al contrario, está hundiendo al estado. También dice que es un cobarde, y que en su búsqueda enfermiza y desesperada de llegar al poder pactó con delincuentes.

 

Con letras mayúsculas, dice el todavía esposo de Karime Macías que Veracruz está viendo la peor crisis de la historia y que Yunes únicamente trabaja para echarle la culpa de todo y que los problemas de su administración no le importan.

 

Y vas más allá: que fue burdo “el invento” sobre la historia de los niños con cáncer, y que solamente le interesa heredarle la gubernatura a su hijo; y por si fuera poco, que empezó de vendedor de escobas en el mercado, y que ahora aparece en el escándalo de Panama Papers.

 

Duarte dice que Yunes es sinónimo de corrupción, mafia, pederastia y depravación, porque es compadre de Jean Succar Kuri. También lo acusa de tener una amante, a quien le compró una casa.

 

Tras las rejas, escribió de puño y letra, que Yunes es sinónimo de traición; pregúntenle a Madrazo, Elba Esther y Felipe Calderón. Y le adjudica yate, departamentos en Polanco, Miami y Nueva York.

 

Remata diciendo que Yunes es sinónimo de autoritarismo, represión, violencia y muerte. Y lo amenazó con la misiva: “En la medida en que juzgues, serás juzgado, y en la medida que odies, serás odiado”.

 

Nunca vamos a defender al malogrado gobernador del PRI, pero tiene mucha razón en que los que verdaderamente pierden -con esta lucha fratricida- son los veracruzanos. Miles de empresas están quebradas, los funcionarios públicos trabajan con pavor, la inseguridad aumentó y la incertidumbre política ya acabó con la paciencia de los sufragantes.

 

Y claro, los políticos, en lo suyo: en campaña constante por las elecciones locales y federales que se aproximan.

 

Pobre estado, pobre país, donde nuestros políticos se mientan la madre en público, se avientan culpas y se olvidan de cumplir con sus obligaciones. Bendita nación que aguanta a personajes caricaturescos, mientras le economía se despedaza y los criminales se pitorrean de todos, y encuentran terreno fértil para traficar droga y pedir derecho de piso.

 

Veracruz es hoy el ring, pero esta maldita situación ya se contaminó por todo el país, donde un pueblo indignado, pero muy poco organizado solamente es salpicado del estiércol que lanza su infantil clase política.

 

La mala noticia es que así serán los próximos meses: carentes de ideas, donde las propuestas brillarán por su ausencia, y donde nuestros pigmeos harán todo lo que esté a su alcance para obtener el poder.

 

caem