“La realidad ya rebasó esa imagen que tenemos de ancianos decrépitos e inútiles”, afirma Raúl Gutiérrez, director del Instituto Nacional de Geriatría. Ahora -dice-, los adultos mayores o de la tercera edad tienen capacidades físicas y mentales para seguir trabajando, estudiando, reconstruir su proyecto de vida y mantener una vida plena.

 

“Estamos hablando de que ahora son cuatro generaciones y no tres como se planteaba antes”. La tercera está representada por aquellas personas de 60 a 80 año (unos 8.8 millones) y la cuarta por quienes rebasan este rango de edad (que se calcula son 1.5 millones de mexicanos).

 

Datos de la institución señalan que 80% de los adultos de 60 a 80 años son funcionalmente independientes, es decir, aunque tengan alguna enfermedad mantienen el control de sus actividades y una buena calidad de vida. En tanto, el resto necesita seguimiento médico para controlar su padecimiento y a alguien que los auxilie en sus actividades cotidianas.

 

En el caso de los mayores de 80 años, 60% sigue siendo independiente.

 

El problema, señala Raúl Gutiérrez, es la falta de espacios y oportunidades de desarrollo para esta tercera generación en una sociedad que demanda “juventud”.

 

Cuando dejan de ser proveedores la familia los puede ver como una carga, dice Rosaura Avalos, investigadora de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM. Esta imagen proviene de estigmas sociales creados en torno a la vejez.

 

“Tenemos una explosión gris que se ve con prejuicios. Esto lo cargan las instituciones y los políticos, quienes terminan discriminando a estas personas porque no encajan en la imagen colectiva”, asegura Verónica Montes de Oca, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.

 

Ambas coinciden en que la sociedad valora cualidades como la juventud, la belleza y la productividad, que una vez que se pierden alejan a las personas de las oportunidades que existen.

 

“Por eso nadie quiere llegar a esta edad. Desde jóvenes creamos una negación a esta etapa de nuestras vidas, porque siempre creemos que nos va a pasar lo peor”, apunta Estela Escobar, sicóloga de la Universidad Anáhuac.

 

Los especialistas aseguran que la solución está en cambiar el imaginario colectivo desde la niñez. Los niños y jóvenes deberán empezar a plantearse un proyecto a mediano y largo plazos que incluya la vejez.

 

Un proyecto de vida tiene que considerar nuevos retos una vez que se hayan cumplido los anteriores. “Debemos mentalizarnos desde la juventud de que vamos a llegar a la vejez, pero no como el viejito decrepito, sino como alguien que se fija metas a los 60 o 70 años”, y quien no depende sólo de la compañía del esposo, los hijos o los nietos, subraya Estela Escobar.

 

Finalmente, los medios de comunicación y las instituciones deben reconocer esta nueva realidad que en 20 años alcanzará a una quinta parte de los mexicanos, resume Raúl Gutiérrez.

 

La edad como potencial: Jane Fonda

“Hemos tenido muchas revoluciones en el último siglo, pero quizás ninguna tan importante como la revolución de la longevidad. Hoy en día, estamos viviendo, en promedio 34 años más que lo que nuestros bisabuelos lo hicieron.

 

Todavía estamos viviendo con el viejo paradigma de la edad como una curva tipo arco. La edad ha sido considerada como una patología.

 

He encontrado una metáfora más apropiada para el envejecimiento: es una escalera, la ascensión del espíritu humano. La edad no es para nada una patología, es un potencial. Resulta que la mayoría de las personas mayores de 50 años se sienten mejor, están menos estresados ​​y son menos hostiles, menos ansiosos. Nosotros tendemos a ver más las cosas en común que las diferencias. Algunos de los estudios, incluso indican que somos más felices.

 

En todo el mundo funciona una ley universal: la entropía, la segunda ley de la termodinámica. La entropía significa que todo en el mundo, todo, está en un estado de deterioro y de decadencia, el arco. Sólo hay una excepción a esta ley universal, y ese es el espíritu humano, que puede continuar evolucionando hacia arriba, la escalera, que nos ha dado la integridad, la autenticidad y la sabiduría.

 

Tal vez la tarea del tercer acto es terminar la tarea de completarnos a nosotros mismos. A este proceso los sicólogos lo llaman “hacer una revisión de vida”.

 

No es tener experiencias lo que nos hace sabios, es reflexionar sobre las experiencias que hemos tenido lo que nos hace sabios -y que nos ayuda a ser todo, trae sabiduría y autenticidad. Esto nos ayuda a convertirnos en lo que podríamos haber sido.

 

*E X T R AC T O D E L A CO NFE R E N CIA D ISP O NIB LE E N H T T P:// W W W.T ED.COM/TALK S/ L AN G/E S/JANE _ FO NDA _ L IFE _ S _T H IR D_ A C T. H T ML