BARCELONA, España. En cuanto termina la conferencia de prensa de Huawei las decenas de reporteros de todo el mundo corren hacia la parte trasera del escenario, hacia una sala de exhibición que aparece de pronto al abrirse un par de puertas que semejaban muros. La música sube de volumen y ellos corren, frenéticos. No hay directivos detrás de esos portones negros listos para ser entrevistados. La tecnología más avanzada del mundo los espera.

 

Los reporteros “especializados” en tecnología llegan apresurados a tomar los teléfonos y tablets. Se empujan. Quieren tocar. Quieren apretar. Quieren deslizar sus dedos por las pantallas. Quieren escuchar. Toman fotos, se arrebatan los dispositivos. Ven a las modelos que los portan y les piden que sonrían. Ven las bandas en la mesa y las tocan como si quisieran romperlas para comprobar que son reales. Las cámaras sueltan golpes de luz hacia las mesas una, y otra y otra vez. No paran. Ganar la nota en estos lugares significa tuitear. Ganar la nota significa pararse frente a los dispositivos, una vez que lograste arrebatárselo a la masa y ser captado con la cámara de tu asistente hablando de las bondades del nuevo gadget, antes que nadie. Sonríes hacia tu público, pero los que están alrededor esperan que te descuides para quitarte el nuevo teléfono o tablet y hacer su propio show. El mundo te escuchará en vivo, streaming, antes que la televisión. Antes que nadie. Hay empujones y miradas fulminantes. Nadie quiere perder sus minutos de fama, su masa de followers, aunque sean comprados.

 

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En otras circunstancias, los reporteros corren hacia los personajes a entrevistar, en busca de una declaración, una reacción o un sí o un no. Una idea, un escándalo. En las ferias de tecnología como el Mobile World Congress de Barcelona, los objetos hablan por sí mismos.

 

Estamos en una fría ciudad europea que espera a partir de este lunes más de 75 mil visitantes de todo el planeta.

 

Hablando de tecnología, el epicentro desde este lunes es Barcelona. Este lunes, a las dos de la mañana, tiempo de la Ciudad de México, estará Daniel Hajj, el CEO de América Móvil, junto al CEO de Telenor, de Etisalat y SingTel, platicando en la conferencia inaugural. Acá serán las nueve de la mañana. A las 11:15 (siete horas adelante del DF) los reporteros corremos a la presentación titulada Mobile, Disrupted: Challenging the State of Play, en donde hablará Jan Koum, CEO y cofundador de WhatsApp. Y a las 18:00 horas, las 11 de la mañana de allá, Mark Zuckerberg, el fundador y CEO de Facebook, se robará la atención de todos.

 

Bueno, de casi todos, porque en realidad esta feria está muy enfocada al futuro de la tecnología, de los dispositivos y las redes. La comunicación. Cientos de reporteros prefieren entonces perseguir lo que está adelante de las redes sociales. Las redes sociales siguen siendo lo que domina la charlas en algunos círculos, aquí lo que se busca es el siguiente paso de lo que transformará a la humanidad. Twitter, Face y WhatsApp ya es presente.

 

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Mientras pensamos en futuro, grupos de manifestantes aparecen sorpresivamente en Barcelona para aprovechar los reflectores y protestar por el alza de las tarifas del transporte metropolitano.

 

Más de mil 900 policías vigilan las calles. En cuanto un grupo se mueve son rodeados por los guardias, que no escatiman su poder disuasivo y los mandan a caminar a otro lado.

 

Se esperan protestas durante toda esta semana, en la que Barcelona estará en la mira del mundo. Mark Zuckerberg hablará, Jan Koum se reunirá con él y hasta Felipe de Borbón llegó.

 

Cuando ves la ciudad, entiendes que hay trabajo y oportunidades. Los perros que cargan los transeúntes por la ciudad parecen niños consentidos. No ladran y tienen bebederos dorados en las calles. Hasta las palomas de los parques parecen bien comidas. Están gordas.

 

A simple vista se ve que no viven nada mal los manifestantes. Los tengo de frente una y otra vez. Traen buenas prendas encima. Se ve que comida no les falta. Pero están enojados.

 

Y cómo explicarles que en este momento a los miles de visitantes no les importan. No nos importan. Hoy son parte del paisaje y mañana una anécdota de viaje.

 

Y de pronto siento que hay más empatía con las máquinas y los perros, que con los humanos.