Periodistas que esperan como almas en el Purgatorio el próximo destino de la noticia: El Cielo o el Infierno. Utilizo esta metáfora bíblica para describir el contraste de los trabajos periodísticos de cada jornada. “Hay lugares a los que solo pueden acceder dos tipos de personas: Los millonarios y los periodistas”, esta elitista pero acertada frase que copio a una admirada jefa de una revista femenina, es un claro ejemplo de la “buena vida” que se puede dar un periodista. Viajar al otro lado del mundo para escribir o fotografiar lo que se contempla, es uno de los grandes placeres de esta profesión. Observar, escuchar, sentir para después contarlo, como si fuese el título de las memorias noveladas de  Gabriel García Márquez: “Vivir para contarla”. Vivir y contar, una maravillosa mezcla de la que somos conscientes y agradecidos, y que nos compensa de la flaca y simbólica remuneración que percibimos. Si además se viaja a lugares que en tu vida personal no podrías costear, el placer se multiplica.

 

Sin embargo, hay otro destino en los que el pasaporte no puede ser comprado, ni por los bolsillos más pudientes. Es el lugar al que solo pueden acceder dos tipos de personas: Los criminales y los periodistas. Para viajar a semejante destino, hay que llevar un traje de valentía aunque quede grande, muy grande, condición sine qua non para lanzarse a informar y hacer el trabajo de la mejor manera posible, por los caminos más espinados.

 

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Foto: Cuartoscuro

“Nota Roja” es como llaman en México al género periodístico acerca de asesinatos y narcotráfico. El coraje para cubrir tales noticias es digno de superhéroes. El miedo es una sensación escalofriante. En mi caso nunca he podido cubrir ese tipo de noticias porque la sangre se me hiela. Al llegar a México, intenté hacer un reportaje peligrosamente complicado y en cuanto comencé mi primera investigación, el miedo atroz me provocó tal insomnio y ansiedad que me impidió siquiera comenzarlo. Hay periodistas al contrario, que con el miedo se crecen, así me confesaba una amiga corresponsal, quién disfrutaba enormemente realizando un documental sobre feminicidios ocurridos en zonas conflictivas del país.

 

México es el segundo país del mundo más peligroso para periodistas, después de Irak. En la última década han sido asesinados más 80 periodistas y 17 han desaparecido, según el último Informe Anual de Reporteros sin Fronteras. Los periodistas en México aprenden a tener ojos en el cogote y mirar hacia atrás sin voltearse. Destrezas necesarias para sobrevivir en un país en el que el castigo por la Libertad de Expresión es la muerte.

 

La Libertad de Expresión cobra vidas en muchos otros países. El mismo Informe recoge la alarmante cifra de 66 periodistas asesinados en todo el mundo, en 2014. Discriminar o violentar a un informador por contar lo que sucede, crea estupor. Estas muertes prueban la realidad de los vínculos existentes entre los grupos de narcotráfico y el poder, que evitan que la información veraz salga a la luz. A este otro lado del charco, en España, la información se silencia a diario, aunque sea de manera más pacífica. Estamos cansados de ojear periódicos que ya no leemos porque son panfletos de partidos políticos, porque buscamos sin siquiera encontrar entre líneas, alguna noticia que leer sin filtros.

 

La Libertad de Expresión es un Derecho Fundamental que se estableció en 1948, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que dice así: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión. Esto incluye el no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones y el de investigar y de recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”. Al ser un Derecho Universal, todo el mundo lo posee, nos pertenece por el simple hecho de nacer y es obligatorio, es decir que toda persona e incluso el Estado debe respetarlo.

 

Si es obligatorio. ¿Deberíamos querellarnos por no obtener la verdad? ¿A quién demandamos: A los Gobiernos o a los Medios de Comunicación?

 

El Cielo en el hotel de cinco estrellas, el Infierno en las callejuelas oscuras del escenario de un crimen. Cada día muchos periodistas esperan en el Purgatorio sobre que tienen que informar, sobre la luz o las tinieblas. El coraje de muchos compañeros es sobrecogedor y la sociedad debería levantarse a aplaudirles y desde luego, deberían ser lujosamente pagados.

 

 

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