Estimado/a lector/a: Si su expectativa es encontrar en este texto, un manual acerca de los peligros que las Redes Sociales pueden representar en términos de seguridad, privacidad, o asuntos relacionados, temo decepcionarle. Si le genera curiosidad algún otro tipo de peligro que se puede generar a partir de las mismas, entonces puede acompañarme en esta reflexión.

 

Hace algunos meses, una persona que encabeza una agencia creativa, concretamente a cargo de la generación de proyectos de contenido editorial, me dijo que hace algunos años, entrevistaba gente a quienes preguntaba el nombre de los medios de información, periódicos, revistas, programas de TV, o de radio, a través de los cuales se informaban; diferentes marcas conocidas o no tan conocidas desfilaban, pero esa situación, me dijo, hoy ha cambiado dramáticamente: las respuesta más comunes en estos días, son “leo Twitter, veo YouTube, o leo Facebook”. Tiene razón, el mundo ha cambiado. Sin embargo, no son precisamente Twitter, YouTube, o Facebook quienes generan esa información, sino son solo las plataformas a través de las cuales alguien más, a veces un medio reputado, a veces una persona cualquiera, un líder de opinión, un troll, o hasta un bot, expresan algo. Parece algo obvio, y casi absurdo de explicar, pero a decir de lo que uno encuentra en estas mismas Redes Sociales, la aclaración no es tan evidente.

 

Esta semana, me sorprendí al ver que un historiador más o menos conocido en México, escribió textualmente que “Facebook desinforma más de lo que informa. No hay análisis, predominan los chismes, los rumores, y la información sin sustento”; tras su aseveración, el historiador dio retuit (acto de replicar hacia sus seguidores, el comentario que alguien más hizo dentro de Twitter), un comentario que decía que “Facebook no censura, más bien hay muy poca gente con cerebro en esa red social”.

 

Me parece gravísimo que un historiador, que precisamente conoce la importancia de apegarse a los hechos reales, y no a los rumores y las percepciones, asevere con tal determinación que no existe análisis en una red, en la que por cierto participa casi el 90 por ciento de la población total de internet en México, muchos de los cuales son analistas que sí respeta, o que “hay muy poca gente con cerebro”. En segunda, recalco, Facebook no es un medio en sí mismo, sino, como ya comenté, una plataforma que permite expresarse en un entorno de familiares, amigos, o conocidos. Una Red Social. El tercer error, suscribir algunos de sus puntos a una red en particular, y no a las redes en lo general ¿En Twitter, que parece ser la que él defiende, no hay información basura? No tengo nada en contra o a favor de cualquiera de los dos, pero satanizar lo que se comenta en una red social, para auto complacerse por ser usuario de otra, teóricamente más exclusiva y pensante, en este caso Twitter, es por decir lo menos, sumamente snob.

 

Habrá que pensar que motiva ese tipo de expresiones, pero lo que es un hecho es que tanto Facebook como Twitter y otras plataformas, han ayudado a que las ideas, y la información que ahí se comparte, literalmente, cambien el mundo. Son una alternativa más en el espectro de formas de informarse, como lo es un periódico tradicional, un programa de TV, un documental, o una charla de café. Descalificar a Facebook o a Twitter en automático, como plataforma, puede ser tan peligroso como calificar automáticamente a un mal periódico que solo se dedica a replicar la información oficial.

 

¡Gracias!

 

Después de un periodo de más de 4 años, he decidido cerrar mi ciclo en este extraordinario Diario 24 Horas por uno de esos llamados que llegan en la vida de todo ser humano y demandan reinventarse. Un especial agradecimiento a todos quienes confiaron en mí, pero, sobre todo, a una casa editorial en la que siempre gocé de pleno respeto y libertad de expresión. A Raymundo, Hiroshi, Martha, Víctor, Xóchitl, Taydé, Alfredo, Alberto, y Eduardo, mi más profunda admiración. Y a ustedes, los lectores que me acompañaron en esta jornada, mi agradecimiento total.