Imposible discutir o aminorar el mayor legado de Ricardo Peláez: bajo su presidencia deportiva brotó el único grande que se ha comportado como tal en México, de manera ininterrumpida, en mucho tiempo.

 
Siempre en la Liguilla, siempre aspirando al título, casi todos los años con algún trofeo (lacerante paradoja: la excepción, en pleno Centenario del club), incluso los últimos meses sirven como ejemplo: en aparente crisis, con directores técnicos discutidos, con alto grado de criticismo, pero en diciembre el América alcanzó la final y ahora va camino a disputar otro campeonato.

 
Como toda persona, Peláez puede caer mejor o peor; como todo dirigente, sus decisiones no siempre lograron consenso y, analizado desde la cómoda distancia, cometió evidentes errores; como toda figura pública, su protagonismo (voluntario o involuntario) levantó no pocas ampollas. En todo caso, la solidez deportiva del equipo se evidencia en su dilatado liderato de la tabla de cocientes (es decir, ser quien más puntos ha sumado en los últimos tres años), lo mismo que en la constancia pese a los cambios de timón (no olvidemos que el hoy idealizado Miguel Herrera generó muchas dudas a su llegada, apuesta en su momento arriesgada de Peláez).

 
Es extraño el futbol mexicano; es extraño porque los clubes grandes lo son más en virtud de historia y convocatoria, que de éxitos; es extraño, además, porque calificar a la liguilla parece accesible para quien haga sensatamente bien las cosas, meta muy sencilla…, tan sencilla como para que Pumas, Chivas, Cruz Azul, se hayan ausentado de varias en los últimos años.

 
En un medio donde los grandes son todo menos hegemónicos, el América de Peláez lo fue: en sus mejores días, con trofeos; en sus peores, arañándolos. Criticada la alineación de tantos extranjeros, preocupante la escasez de elementos de fuerzas básicas (lo que justo ahora, por necesidad, va cambiando), un balance global podrá cifrar lo positivo y lo negativo de esta era. Como sea, quedará claro: dos ligas, dos subcampeonatos y dos Conca-Champions en cinco años bastan para colocar a Peláez en un sitio muy importante en las vitrinas de la entidad.

 
Perfecto, no, porque nadie lo es. Histórico, sí. Dudarlo, es dar por buena una irrealidad: que los supuestos grandes de México suelen comportarse como tal; excepción que confirma la regla, el América, bajo la presidencia deportiva de Ricardo Peláez, siempre al acecho de la cima.

 
Twitter/albertolati

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS.