Ningún tema puede tener relevancia o prioridad por encima de éste. Cada que salga a la luz un caso de pederastia en el deporte, tenemos la obligación de repetirlo, de mencionarlo, de transmitirlo; ya en los medios, ya en la casa, ya en cada academia de preparación física, y que, por difícil que sea explicarlo, los niños lo escuchen.

 

Acaso así estaremos más cerca de evitar que vuelva a suceder; en Inglaterra, donde en los últimos días se han revelado incidentes múltiples, en Nigeria, donde un entrenador ha admitido que perdió la cuenta de la cantidad de infantes de los que abuso, en México o cualquier otro confín del planeta.

 

En este sentido, se sabe que una población en especial vulnerable al abuso sexual son quienes inician un camino en el deporte; por la temprana edad en la que se alejan de casa, por el escaso control que suele existir de parte de sus padres, por los largos períodos de convivencia –incluso dilatados viajes– con un colectivo en el que se teme no encajar o ser desaprobado, por la bruma que genera el sueño de llegar a ser profesional, por la incapacidad de decir que no a quien es visto como su líder; sobre todo, por lo difícil que es atreverse a denunciar lo que se ha padecido, porque si todos quienes fueron víctimas hubiesen hablado de inmediato, la cifra de afectados habría disminuido exponencialmente.

 

Leo con horror tanto el caso del entrenador nigeriano, confesando con palabras espeluznantes lo que hizo, como el de los ex jugadores profesionales ingleses, admitiendo por lo que tuvieron que pasar.

 

Antes que ninguna otra cosa, es obligación de cada equipo y hasta de la federación rectora de todo deporte en cada país, tener la capacidad de detección y reacción ante este cáncer, elevar los controles, abrir canales de comunicación con todo niño o promesa, dejarle claro que eso no puede pasar y que, de acontecer, no es su culpa; ya después que piensen de metodologías, patrocinios, infraestructuras, esquemas, trofeos, medallas, récords, pero nada puede ser primero que esto.

 

La mayoría de quienes han sufrido un abuso sexual (sea en el deporte o fuera de él) guardaron silencio. Estos precedentes deben funcionar no como alerta sino como alarma.

 

¿Cuántos casos más tendrán que detonar antes de que se ponga genuina atención al tema? Ninguno. Ha sucedido desde que el deporte moderno surgió como tal y nuestros organismos deportivos están obligados a aprovechar la tristísima coyuntura británica.

 

La Asociación de Futbolistas Profesionales de Inglaterra ha explicado que a raíz de los ex futbolistas que lo externaron, son ya decenas de casos y reportes recibidos. Es decir, el que unos hablen hace que otros dejen de callar.

 

Ojalá que esa ola expansiva llegue a todo el planeta. Un niño abusado más, resulta demasiado, y nuestro silencio en el medio deportivo, el primer cómplice.

 

Ésta sí, la peor de las caras de la humanidad.

 

Twitter/albertolati

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