Ian Burkhart, un joven que quedó paralizado de cuello hacia abajo por las múltiples lesiones en la médula espinal que le dejó un accidente de buceo, ha logrado realizar tareas con sus manos, que creyó no recuperaría, sólo con la fuerza de sus pensamientos y la ayuda de un novedoso invento tecnológico.

 

Este chico de 24 años quien se ha presentado como “un tipo con suerte”, por participar en el ensayo clínico lleva seis años paralizado y ahora por una nueva tecnología experimental recupera la esperanza de recobrar el movimiento en sus extremidades.

 

“Estaba jugando con mis amigos en la playa y al lanzarme para una ola, me golpeé sobre un banco de arena y me rompí el cuello. Al otro día me dijeron que estaría paralizado para el resto de mi vida. Cuando tienes 19 años piensas que eres invencible, pero así de rápido, toda tu independencia desaparece”, recuerda Ian tras ser parte del ensayo clínico con el que él estrena en el mundo este nuevo dispositivo, que es una especie de médula espinal artificial, luego que meses atrás se le colocara un implante cerebral.

 

Un equipo de cirujanos, neurólogos y fisioterapeutas del Instituto Batelle Memorial, en Ohio, Estados Unidos, desarrollaron un sistema integrado por una serie de bypass, una manga de estimulación muscular y un ordenador que en su conjunto simulan una especie de “médula espinal artificial”, al que han llamado Neurolife.

 

El funcionamiento del dispositivo, explican los científicos, se da en cuatro pasos: En primer lugar el bypass recoge las señales eléctricas cerebrales, por ejemplo movimientos como tomar un vaso o abrir una puerta; después, debido a que existe una lesión muscular, los datos se envían a un ordenador capaz de recodificarlas.

 

En seguida, la señal se envía a una manga de estimulación con electrodos de alta definición que el paciente lleva en su brazo. Por último, los conductores eléctricos activan el movimiento de los músculos con el fin de ejecutar las acciones que el cerebro determinó.

 

En el estudio, Burkhart debió someterse a una “compleja” cirugía en el cerebro, porque era necesario introducirle un pequeño chip en la corteza motora. La intervención quirúrgica duró tres horas y después comenzó el entrenamiento para modelar correctamente la secuencia de electrodos que le permitieran mover sus dedos y brazo.

 

Eran complejas sesiones de entrenamiento que me dejaban tan exhausto como si hubiera hecho un examen”, rememora Ian.

 

Los científicos destacan que este no es el primer experimento donde se recoge la actividad cerebral y se traduce en señales eléctricas para personas con alguna discapacidad.

 

Sin embargo, la novedad de este sistema radica en que por primera vez se coloca un chip en el cerebro, donde sólo pasa una décima de segundo desde que el paciente piensa en realizar el movimiento hasta que se produce, explica el especialista José Luis Pons, del grupo de ingeniería del Instituto Cajal del CSIS.

 

Ahora, tras 15 meses de constante práctica, Ian ya es capaz de mover los dedos de su muñeca, lo cual le permite agarrar, manipular y soltar objetos. Acciones como usar una tarjeta de crédito, verter el contenido de una botella, tomar una cuchara, sostener un teléfono e incluso tocar la guitarra de un videojuego demuestran su avance.

 

 

 

No obstante, los científicos aún son cautelosos con las posibilidades de esta tecnología, porque se trata de “un dispositivo asistencial, no rehabilitador”, es decir, una cosa es poder realizar una función con la ayuda de un sistema como éste y otra recuperar la función normal, reveló el experto José Luis Pons.

 

Asimismo, el organismo humano tiende a rechazar los cuerpos extraños como es el caso del chip que fue instalado en el cerebro de Ian. “El problema es que no son estables durante muchos años. Con el tiempo, se empieza a generar un rechazo que se manifiesta con inflamación y fibrosis. El chip pierde capacidad para registrar las señales”, apunta el científico Jorge Collazos, del Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo.

 

El desarrollo de Neurolife continuará en los siguientes meses para perfeccionar el procedimiento en pacientes y que ésta se vuelva “más pequeña, más útil, más portátil y se pueda aplicar en más personas”. Por el momento, Ian representa una esperanza para miles de parapléjicos alrededor del mundo que sueñan con recobrar el movimiento de su cuerpo.  (Con información de Nature y El Mundo)