La fe de la pequeña comunidad de Atlihuetzia, en el centro de México, está más exultante que nunca. Los tres niños indígenas conocidos como los “Mártires de Tlaxcala” han sido hoy canonizados por el papa Francisco.

 

En la madrugada del domingo, la comunidad fue iluminada con cientos de velas y el silencio fue interrumpido por oraciones y plegarias que se alargaron durante toda la mañana para festejar que los tres niños ya son santos.

 

Cristóbal, Juan y Antonio son considerados los primeros evangelizados por los frailes franciscanos tras la conquista de España al territorio mexicano.

 

Ahora, tras ser beatificados en 1990 en la basílica de Guadalupe por Juan Pablo II, serán los patronos de la infancia mexicana.

 

“Es un orgullo y un privilegio”, dijo a Efe emocionada Guillermina, originaria de Atlihuetzia.

 

Llegó temprano al Templo de la Inmaculada Concepción junto con su familia para ver la transmisión en vivo de la canonización de los niños mártires, que arrancó sobre las 03.00 hora local (08.00 GMT).

 

La espera fue larga y el frío intenso, pero declara que merece la pena: “Es algo que no se va a volver a repetir, es inédito”.

 

La temperatura no llega a los cinco grados pero la fe cobija a un centenar de personas en este pueblo del céntrico estado de Tlaxcala.

 

Con mantas, bufandas, gorros y guantes, familias enteras acudieron desde el sábado al atrio del Templo de la Inmaculada Concepción, que alberga las figuras de los niños tlaxcaltecas.

 

Prepararon comida y bebida caliente para soportar la larga noche en la que el papa Francisco nombraría santos a sus queridos niños.

 

Cristóbal, Antonio y Juan son los tres niños indígenas que murieron en el siglo XVI al defender su fe católica en la Nueva España.

 

Cristóbal, señala la historia, murió a manos de su padre en 1527, cuando tenía 12 años.

 

Tras ser evangelizado por el primer grupo de frailes franciscanos que llegó a México, el infante trató de persuadir a su padre para convertirlo al catolicismo.

 

Ante su negativa, rompió y tiró las imágenes que veneraba, y el enfado de su padre lo llevo a la muerte en una hoguera.

 

Antonio y Juan siguieron la misma suerte pero dos años más tarde. Juan servía a Antonio, nieto y heredero de un cacique local.

 

En 1529 fueron llamados por un grupo de frailes para evangelizar el estado de Oaxaca.

 

En su camino, se detuvieron en Cuatinchán, Puebla, donde lugareños los mataron a palos al ser descubiertos mientras recogían ídolos paganos de barro.

 

A casi 500 años de su muerte, los tlaxcaltecas siguen rememorando su historia, que hoy se repite en murmullos esta noche en cada esquina.

 

Juan Sánchez Lara, residente en Atlihuetzia, recuerda que “Cristobalito” era originario de esta comunidad, mientras que Antonio y Juan de un poblado cercano, San Esteban Tizatlán.

 

Con un atole (una bebida de maíz prehispánica) y un tamal calma el frío de una madrugada en la que se siente más tranquilo y cerca de Dios.

 

“Hoy ya tenemos una palanca en el cielo”, afirma.

 

La voz del papa Francisco tras una pantalla en el atrio del Templo de la Inmaculada Concepción enmudece a los fieles mexicanos que siguen atentos la ceremonia.

 

Una joven de unos quince años se seca las lágrimas cuando mexicanos en la Plaza San Pedro se acercan al papa a entregarle una ofrenda.

 

“Es mi hermano”, revela a Efe. Cristóbal, de nueve años, viajó hasta el Vaticano junto con sus padres y su abuela materna.

 

Originarios de Atlihuetzia, Liliana cuenta por qué su familia viajó al Vaticano.

 

“Cuando mi mamá estaba embarazada tenía el saco amniótico el 90 % desprendido. Había muy poca probabilidad de que mi hermano naciera; le pedimos mucho a los niños mártires, todas la noches rezábamos para que mi hermano naciera y tenemos ese milagro”, relata a Efe.

 

Cuando nació, sus padres decidieron llamarlo Cristóbal, como el niño mártir.

 

Estos días, la casa de los niños mártires está de manteles largos. En el interior del Templo de la Inmaculada Concepción se encuentran las tres figuras, relucientes y hoy más visitadas que nunca.

 

“Es algo que se va a recordar por siempre. (…) Fueron unos niños que nos dan ejemplo para seguir adelante”, comenta Candelaria Gorgorita Salvador.

 

La fe y la devoción se repartieron a partes iguales en esta pequeña localidad.

 

“Es una ceremonia muy linda; una felicidad tan grande”, dice María de Lourdes.

 

Con los primeros rayos de sol terminó la ceremonia de canonización en la Plaza de San Pedro del Vaticano.

 

No obstante, debido a la tragedia que ocasionó el sismo del pasado 19 de septiembre en México, la Diócesis de Tlaxcala anunció que la celebración oficial tendrá lugar el próximo 18 de noviembre. EFE

 

aarl