Cuando se apela más a los milagros de la Virgen de Montserrat, patrona de Cataluña, que al futbol, es complicado ganar un torneo de la dimensión de la Champions League; más aun, cuando se pretende vivir de la épica y se descarta en rotundo ya no decir la lírica sino la más elemental prosa, no siempre es suficiente…, o no al menos una vez al mes.

 

 

El Barcelona llega a la vuelta de este miércoles invocando los espíritus de la madre de todas las remontadas, consumada 40 días atrás ante el París Saint Germain. Más allá de su fe inquebrantable, entonces tuvo como aliados a un desastroso árbitro y, en mayor medida, a un PSG que hizo precisamente lo que la Juve, por naturaleza, jamás se prestará a hacer: traicionarse a sí mismo; confundir la defensa de una ventaja con la mera posposición de una derrota; más que salir a jugar, limitarse a ponerse en posición fetal, sosteniendo un rosario, viendo cada trece segundos el reloj y recitando estoicos mantras ante cada patada encajada.

 
Claro, un gol tempranero hoy y tan pronto volveremos al mismo proceso de una cuarentena atrás, cuando en este espacio describía la evolución del “puede ser”, al “va a ser”, al “tiene que ser”, rematado con una convicción mística, cuando hablaba de que hay noches para convertirse en mito o quedarse en dibujos animados.

 
Sin embargo, hasta para los milagros hay límites y a mayor cantidad de cumbres que se pretendan conquistar, más alta es la probabilidad de que tarde o temprano algo deje de ir bien o la escalada se necesite abortar.

 
La Juventus, como el París en la ida, demostró una contundente supremacía sobre el Barcelona. Su victoria por tres no se debió a mera puntería, sino a una genuina superioridad, producto de un Barcelona no en crisis sino en innegable ocaso: plantel mal configurado, fichajes inútiles, defensa frágil, media que jamás sabrá sustituir al suspendido Sergio Busquets, ataque extirpado, dirección técnica incapaz de reaccionar.

 
El primer tema para la vuelta será si los turineses se quedan en cero. Eso daría pauta para que tres goles locales nos lleven hasta la prórroga. Ahora bien, un tanto juventino, factible dada la elasticidad y velocidad del contragolpe bianconero, obligará al Barça a cinco.

 
Así como el Barcelona no aprendió lección alguna de su naufragio en el Parque de los Príncipes, la Juventus tiene muchísimas que asimilar de la consiguiente hecatombe parisina. La primera, si tan clara fue en la ida su capacidad para impedir el accionar blaugrana, a la vuelta habrá de repetirlo. La segunda, oficio, serenidad, concentración. La tercera, no olvidarse de algo que en el último año parece engarrotar a todo aquel que dispone de una gran ventaja: que los nervios son del que va perdiendo y no del que acaricia la victoria.

 
Como la mayoría, creí poco factible que el Barcelona remontara ante el PSG. Pues bien, ante la Juve y con un gol menos de por medio, lo veo todavía más remoto.

 
En todo caso, la Virgen de Montserrat, fatigada todavía por su reciente concesión, ahí vuelve a estar. El Barça acude a otro partido en modo peregrinación.

 
Twitter/albertolati

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