Según ha informado el gobierno, hoy el presidente de la República hará anuncios importantes en materia de Estado de derecho y de estrategias anticorrupción. Lo hará en momentos en que el Presidente y su gobierno enfrentan la mayor crisis de credibilidad y legitimidad que se recuerde en años, quizá desde aquel fatídico 1994 último año del gobierno de Carlos Salinas de Gortari.

 

La multiplicación de la violencia, la impunidad que campea y la corrupción que ronda la casa presidencial, han paralizado al gobierno y han mostrado la incapacidad del Estado para enfrentar estos desafíos y garantizar los derechos más elementales de los ciudadanos y de los inversionistas. Aquel “Momento México” del triunfalismo del gobierno reformista de Peña Nieto de hace apenas unos cuantos meses, se fue.

 

¿Qué es lo que borró de un plumazo el “Mexican Moment”? La corrupción.

 

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La crisis gestada con los hechos violentos de Iguala de septiembre pasado, en la que desaparecieron 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, Guerrero, en contubernio con la policía local y que desató indignación en todo el mundo, se agravó con la revelación del presunto tráfico de influencias desde la Presidencia de la República en el caso ya conocido como “Casa Blanca”. Una residencia de Angélica Rivera registrada a nombre de Grupo Higa, de Juan Armando Hinojosa Cantú, un constructor que ganó múltiples contratos con el gobierno del Estado de México, siendo Peña Nieto gobernador y que también formó parte del consorcio ganador para la construcción del tren de alta velocidad México-Querétaro, que finalmente fue cancelado.

 

La respuesta preparada por el gobierno a través de un video de Angélica Rivera bajo el argumento de que la millonaria residencia es producto de sus años de trabajo como actriz en Televisa, no sólo no convenció a la ciudadanía sino que apuntaló a la “Casa Blanca” como el símbolo de la corrupción sexenal.

La revelación que hiciera la periodista Carmen Aristegui se replicó en los principales diarios del mundo, particularmente en la prensa financiera. El estadunidense The Wall Street Journal lo dijo así en una nota: “la casa puede levantar dudas acerca de los nexos entre los contratistas y el presidente en una época en que su gobierno se está embarcando en varios proyectos de infraestructura relevantes, así como en la apertura del sector energético a firmas privadas”.

 

La evidencia de la corrupción hizo añicos el plan de reformas del Presidente porque minó la confianza en las instituciones y la legitimidad del Estado para enfrentarla. Al final fue el pago para un gobierno que despreció llevar adelante una profunda reforma al Estado de derecho y un programa anticorrupción a fondo y creíble.

 

Así, México luce como un gigante latinoamericano con pies de barro, recordando aquella estatua que soñó el rey caldeo Nabucodonosor que con cabeza de oro y pectorales de plata, le sostenían unos pies de barro que presagiaban su derrumbe, según narra la historia bíblica.

 

En estas circunstancias es que hoy Peña Nieto hará sus propuestas sobre Estado de derecho y combate a la corrupción. De ella depende, en buena medida, el rumbo inmediato de su gobierno y su futuro. Su principal problema es su casi nula credibilidad ante los ciudadanos porque él mismo está envuelto en las sospechas de corrupción.

 

Hoy el Presidente debe convencer enfrentando las propias sospechas ciudadanas que penden sobre su cabeza. Convenciendo de que está dispuesto a reformar a fondo al sistema de justicia del país con acciones concretas. Comprometiéndose a construir instituciones ciudadanas fuertes para combatir la corrupción. Tomando acciones concretas sobre su gabinete. Reformando a un sistema político que incentiva la corrupción con los recursos públicos. Asentando las reformas económicas en instituciones confiables y no en los pies de barro que hoy tiene.

 

La pregunta de hoy es si el Presidente es creíble o no.