Ayer, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, hizo declaraciones poco usuales en entrevista con el diario británico Financial Times. Inusuales por la autocrítica que entrañaron sus palabras y por el reconocimiento de una realidad que el gobierno no había querido reconocer hasta ahora, ni siquiera en boca del presidente de la República.

 

Algunas de las frases que Videgaray le soltó a los periodistas del FT son estas: “Tenemos (el gobierno) que asumir la responsabilidad de lo que hemos hecho y de nuestros retos”. “Tenemos que hacerle frente a lo que es realmente importante para la sociedad mexicana, que no sólo es corrupción y transparencia. Va más allá de eso, se trata de una cuestión de confianza”. “Podemos realizar diez reformas energéticas, pero si no añadimos confianza no podremos aprovechar todo el potencial de la economía mexicana”. Y en otro momento dijo Videgaray: “una expansión económica sustentable requiere de instituciones creíbles, de justicia y transparencia”.

 

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Estas frases parecieran haber salido de la boca de algún crítico del gobierno. Son frases que algunos periodistas y analistas hemos repetido una y otra vez durante los últimos meses sin escuchar respuestas a través de los discursos públicos ni mucho menos de forma directa. Pero ahora lo dice el hombre fuerte del gobierno de Peña Nieto a un medio extranjero que, por cierto, ha sido -y sigue siéndolo por lo visto- su sendero favorito para comunicar mensajes trascendentes.

 

La pregunta que hay que hacerse ante estas declaraciones del secretario de Hacienda es si efectivamente representan el preludio de un punto de quiebre en el discurso oficial y en las acciones futuras del gobierno, o son expresiones retóricas para acallar momentáneamente la oleada de críticas que han menguado la popularidad presidencial y hecho añicos la confianza en el gobierno, precisamente a escasos meses de las elecciones intermedias.

 

¿Ante qué estrategia de gobierno estamos al leer estas declaraciones de Videgaray? Cuatro años de gobierno por delante, son muchos. Y son una eternidad cuando en el balance de los dos primeros años los resultados han sido mucho peores que los calculados por los más pesimistas analistas económicos y políticos. Cuando se tiene a un Presidente al borde de la calificación de ‘pato cojo’ frente a los reclamos ciudadanos por transparencia y rendición de cuentas después de que los cuestionamientos públicos sobre corrupción llegaran a la misma casa presidencial y a la oficina del secretario de Hacienda.

 

Efectivamente la confianza está hecha pedazos y las reformas constitucionales en las que asentaron el éxito de la gestión gubernamental naufragan por una implementación que en los hechos niegan los objetivos que se nos vendieron.

 

¿Punto de quiebre o retórica en las declaraciones de ayer de Videgaray? La respuesta inmediata tiene un toque de piedra que nos revelará la sinceridad de las palabras del hombre en el que confía Peña Nieto: La calidad del sistema nacional anticorrupción y de la ley de acceso a la información que se debaten en el Congreso.

 

¿Tendremos acaso los ciudadanos un nuevo órgano anticorrupción y un IFAI confiables, independientes y fuertes para cumplir con sus encomiendas constitucionales? ¿Acaso eso sugirió ayer Videgaray con aquello de que el crecimiento económico sustentable “requiere de instituciones creíbles, de justicia y transparencia”?

 

Esperemos que sí, porque la confianza que le urge al gobierno de Enrique Peña Nieto sólo provendrá de acciones contundentes como éstas.