En México la gasolina cuesta 9% más que en Estados Unidos. Ayer el galón de gasolina regular se vendió a 3.14 dólares en Texas, es decir a 11.03 pesos por litro, mientras que en México el litro de gasolina magna cuesta 12.02 pesos; casi un peso más que lo que se paga en Texas.

 

Esta diferencia de precios no es nueva. Desde hace por lo menos un año que los consumidores mexicanos pagan gasolinas más caras que sus contrapartes en Estados Unidos. Mientras que en México el precio de la gasolina Magna se ha incrementado 12.1% en los últimos doce meses (noviembre 2012 a noviembre 2013) debido a las alzas programadas del combustible por parte del gobierno; en Texas el precio se ha mantenido igual en el último año, e incluso hace dos semanas la gasolina regular se vendió a 10.20 pesos por litro en promedio en el sur de Estados Unidos.

 

En pocas palabras, los precios de las gasolinas en México se siguen incrementando –cuestión que seguirá ocurriendo el próximo año según lo aprobado por el Congreso en la Ley de Ingresos 2014- mientras que en el vecino del norte se reducen o se mantienen estables.

 

Durante años se nos vendió la idea de que el gobierno subsidiaba el precio de las gasolinas con miles de millones de pesos anuales del presupuesto público, para que los consumidores pagaran menos por el combustible en comparación con los precios internacionales, y con ello evitar un daño a sus bolsillos. Un argumento engañoso de ‘paternalismo estatal’ con cargo al erario.

 

La realidad es que con todo y los 91,206 millones de pesos que la secretaría de Hacienda ha estimado que gastará en subsidios a las gasolinas para este 2013, los consumidores mexicanos pagarán más por el combustible que los estadounidenses. Esto también quiere decir que si el gobierno federal no subsidiara los precios de las gasolinas, éstos serían mucho más elevados en México que en Estados Unidos en una clara demostración de que el mercado de combustibles en México es, por lo menos, ineficiente y la política energética del país es un fracaso.

 

Siendo México un importante productor de petróleo, hace ya muchos años que se dejó de invertir en producción y distribución de gasolinas en el país por lo que se debe importar más del 40% del consumo nacional, con serias deficiencias y altos costos en su almacenamiento y distribución en el territorio y con grandes redes de corrupción al interior de la paraestatal organizadas para robar sistemáticamente grandes cantidades de combustibles. Todo ello encarece el costo de las gasolinas y empuja al gobierno a subsidiar los precios vía el presupuesto público.

 

La razón de fondo de toda esta situación es que el mercado de combustibles está controlado monopólicamente por el Estado, con un proveedor estatal único, que es Pemex, y con una secretaría de Hacienda que determina los precios arbitrariamente, sin consideraciones fundamentales de mercado, dejando a los consumidores sin opciones de elección.

 

En realidad los miles de millones de pesos que se destinan anualmente a subsidiar el precio de las gasolinas, no encuentran explicación en los diferenciales de precios entre el mercado mexicano y el estadounidense, ni siquiera en la intención última de beneficiar el bolsillo de los consumidores.

 

Más bien estos millonarios subsidios que cada año se destinan del presupuesto público –y que salen de los impuestos de los contribuyentes- representan el costo de la ineficiencia y de la corrupción en Pemex y en el sector energético. Un costo alto impositivo que pagan los ciudadanos, en adición a los altos precios comparativos que también deben pagar ahora los consumidores por las gasolinas que consumen.

 

Un fracaso por donde se le mire.

 

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