El abatimiento de la pobreza y de la desigualdad no es visible en México como ha ocurrido en otros países latinoamericanos en las últimas décadas. Estas son fallas históricas y estructurales que afectan a todas las esferas de la vida y no sólo de la vida política, como apuntó recientemente José Woldenberg en la revista Letras Libres (“Democracia y Desesperanza”).

 

Si alguna política pública ha mostrado su fracaso en las últimas décadas en México con gobiernos de distintos partidos políticos y con grandes presupuestos públicos erogados, ha sido precisamente el combate a la pobreza.

 

Ayer nos lo recordó nuevamente Alicia Bárcena, la secretaria general de la Comisión Económica para América Latina al presentar el Panorama Social de América Latina 2014. La síntesis de la aplicación de más de dos décadas de políticas sociales en México es frustrante: En México la proporción de pobres y de indigentes se redujo sólo la mitad de lo que ocurrió en América Latina en los últimos 23 años.

 

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De acuerdo con las cifras del organismo de las Naciones Unidas, la pobreza en la región se redujo sustancialmente entre 1990 y 2013 al pasar de 48.4 a 28.1% de la población, aunque ciertamente esta reducción se estancó en los últimos dos años. Pero en México la reducción de la pobreza fue escasa: pasó de 47.7% en 1989 a sólo 37.1% en 2012.

 

En estos 23 años de registro estadístico que abarcan los gobiernos priistas de Carlos Salinas de Gortari y de Ernesto Zedillo, así como los panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón, los resultados de las políticas sociales aplicadas para combatir la pobreza han sido -en el mejor de los casos- mediocres. Y ya se puede adelantar -con las cifras de la tendencia laboral de la pobreza que publica Coneval- que en los dos primeros años del gobierno priista de Enrique Peña Nieto las cifras sobre la pobreza han mantenido su tendencia alcista. Es decir, en México se siguen incrementando el número de pobres, entre otras razones, por un magro ingreso personal real alentado por la extendida informalidad y por el subempleo.

 

Decía hace unos días atrás el presidente Barack Obama en su discurso ante el Congreso sobre el Estado de la Unión 2015 al referirse a la relación de Estados Unidos con Cuba que “cuando uno hace algo que no funciona durante 50 años, es hora de probar algo nuevo”.

 

Pues bien. Estas palabras de Obama vienen al caso de las políticas sociales y de subsidios que no han funcionado en México. Se han aplicado con diferentes rótulos pero con la misma esencia del estado paternalista buscando la ganancia político-electoral de los gobiernos en turno durante los últimos cuatro sexenios, sin resultados efectivos y duraderos en materia de reducción de la pobreza y de desigualdad.

 

Las únicas ganancias de estos millonarios presupuestos ejercidos en nombre del combate a la pobreza han sido para los partidos políticos y sus promotores. Pero las poblaciones de Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Veracruz o Michoacán, por citar algunos estados con altos niveles de pobreza, siguen con las mismas carencias de hace dos décadas según las cifras del Coneval y de la Cepal.

 

Es probable que en este año electoral veamos, una vez más, una activa “política social” desde los gobiernos a través del reparto de subsidios disfrazados buscando el voto. De hecho, los analistas esperan una aceleración del gasto público que dinamice el consumo interno.

 

Pero de la sustentabilidad del combate a la pobreza quedará poco o nada como lo ha mostrado el reporte de la CEPAL de los últimos 20 años. Éste, lamentablemente, seguirá siendo invisible.