El viernes pasado el Banco de México decidió recortar la tasa de referencia (tasa interbancaria a un día) por tercera ocasión en el año, con lo que ésta ya se sitúa en un mínimo histórico de 3.50%.

 

Con esta decisión de política monetaria, indirectamente el banco central pretende alentar la actividad económica por la vía del crédito, al abaratar teóricamente el costo del dinero disponible en los bancos para con ello financiar mayor inversiones desde el sector privado y, por lo tanto, elevar la tasa de crecimiento de la economía. Una ruta de impactos positivos a la que los economistas llaman ‘canal de transmisión de la política monetaria’.

 

Pero esta pretendida secuencia de efectos positivos a raíz de una menor tasa de referencia sobre el abaratamiento del crédito bancario, no siempre se logra. En el camino se interponen una serie de barreras que suavizan o aniquilan estos impactos. Por ejemplo en el caso mexicano un problema es la escasa penetración del crédito bancario en la economía que limita los efectos positivos de una menor tasa en la totalidad de los recursos prestables y, por lo tanto, diluye su impacto en los costos de producción.

 

También los efectos positivos de una menor tasa de interés se debilitan por la agresiva política de endeudamiento que ha seguido el gobierno federal convirtiéndolo en una verdadera aspiradora de recursos prestables, limitando el crédito disponible al sector privado.

 

E incluso una reducción en la tasa desde el banco central no necesariamente se transmite automáticamente en menores tasas al crédito bancario o en  menores márgenes de intermediación bancaria. De hecho en los primeros 8 meses del año, si bien bajaron las tasas activas y pasivas producto de la reducción en la tasa de referencia, fueron las tasas pasivas (al ahorro) las que se redujeron más que las activas (al crédito), aumentando el margen de intermediación de la banca en México.

 

Pero el del crédito no es el único canal de transmisión de los potenciales efectos en la economía de una decisión como la que tomó el banco central el viernes pasado.

 

También existe la ruta del ahorro de las familias y de la que no se habla mucho: La reducción en la tasa de referencia a 3.50% pone en terreno negativo a las tasas reales, lo que naturalmente desalienta el ahorro de las familias y, de hecho, lo destruye.

 

Un vistazo rápido a las alternativas de ahorro que ofrecen los bancos y la mayoría de los fondos de inversión de deuda a sus clientes, evidencia que las tasas de interés que se pagan a los ahorradores medianos ya es significativamente menor que la tasa de inflación general esperada para los próximos meses.

 

Esta situación de tasas reales negativas se agudizará en unas cuantas semanas más una vez que el Congreso apruebe mayores impuestos e incrementos en los precios y tarifas del sector público -especialmente en los precios de las gasolinas- medidas que tendrán efectos negativos sobre la inflación no subyacente y sobre la inflación general al iniciar 2014.

 

(Por cierto, los incrementos programados a los precios del diesel y las gasolinas para 2014 se seguirán dando porque el gobierno requiere estos recursos para financiar su creciente gasto público. Una decisión de política fiscal que explica, en buena medida, porqué la política monetaria del banco central no se acerca a su objetivo de inflación de 3%).

 

Así que quedan dudas razonables sobre el impacto positivo en la economía derivado de la reciente reducción en la tasa de referencia anunciada por el banco central. No solo eso. Queda la preocupación sobre la destrucción de ahorro de las familias por un periodo largo –algunos analistas apuntan a que la tasa de 3.5% se mantendrá durante todo 2014- con tasas reales negativas, que tendría consecuencias negativas sobre la inversión disponible.

 

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