Finalmente sólo quedaron tres candidatos en la carrera por las dos cadenas de televisión abierta, de los ocho que originalmente habían mostrado interés.

 

Así que queda un grupo muy reducido de jugadores para hacerse de las dos cadenas de televisión digital ofertadas por el Estado.

 

Continuarán a la siguiente etapa las posturas de los empresarios Mario Vásquez Raña, propietario de estaciones de radio y de la cadena de periódicos del grupo Organización Editorial Mexicana; Olegario Vásquez Aldir, dueño del periódico Excélsior, Cadena Tres, Grupo Imagen, así como de Grupo Ángeles y Camino Real, entre otros; y Francisco Aguirre, dueño de Grupo Radio Centro, con una gran presencia en la capital del país.

 

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Mientras que quedaron descartados del proceso de licitación, Manuel Arroyo, dueño de Grupo Lauman y el periódico El Financiero; Germán Larrea, uno de los hombres más ricos del país, dueño de Minera México y de Cinemex, y Luis Anuar Maccisse, dueño de Grupo Mac Multimedia y que aglutina a diversos periódicos así como a Radio Capital.

 

Según las bases de licitación, en poco menos de cuatro meses, a más tardar el 19 de marzo, el IFT dará a conocer su fallo sobre si asigna, y a quienes, las dos cadenas de televisión digitales abiertas.

 

La lista de quienes siguen pujando por las cadenas de televisión y las que decidieron no continuar, merece algunos breves comentarios generales:

 

Primero.- En México aún estamos lejos de que sean las reglas del mercado las que se impongan sobre las relaciones políticas en este tipo de procesos. Si bien se ha avanzado con la presencia de instituciones de regulación y supervisión de mercados como el IFT, lo cierto es que quienes concursan en este tipo de licitaciones buscan el favor, el visto bueno y la señal del gobierno en turno para tomar su decisión definitiva. Con razón o sin ella, el presidente de la República y sus principales hombres del gabinete siguen siendo vistos por los empresarios como “filtros” indispensables para una licitación de esta naturaleza. La industria de la televisión sigue siendo en México una de naturaleza altamente política, de “capitalismo de cuates”, diría Stiglitz.

 

Segundo.- Las empresas dominantes siguen imponiendo su fuerza en el lento proceso hacia la competencia de mercados. Se está caminando hacia una mayor competencia de mercado pero a pasos lentos, por las piedras en el camino que imponen los jugadores dominantes a legisladores y reguladores de los mercados. Con dos empresas muy poderosas en televisión abierta las nuevas leyes no hicieron posible una competencia extranjera en serio, limitándola a 49% y eliminando la posibilidad de que jugadores de otro tamaño participen en el mercado local. Quien o quienes ganen la licitación de las cadenas de televisión abierta tendrán un camino cuesta arriba para enfrentar la competencia de las dos grandes televisoras del país; a menos que tengan cartas de peso empresarial bajo la manga.

 

Tercero.- Se han recrudecido los riesgos para la pluralidad y la libertad de expresión en los grandes medios del país y particularmente en la televisión. Cuando en el Pacto por México se anunció que habría una mayor competencia en la televisión abierta, crecieron las expectativas de que por fin los mexicanos tendrían frente a sí un verdadero mercado de televisión abierta con múltiples posibilidades de programación y de información por esta poderosa vía. Sin embargo estas expectativas se han diluido ante el privilegio de las relaciones empresariales con el gobierno en turno durante el proceso. La competencia con información de calidad y bajo reglas claras promueve la pluralidad, alienta la innovación e impulsa el espíritu democrático. Al caminar hacia una competencia simulada o de baja intensidad en un medio masivo como la televisión, crecen los riesgos para la pluralidad y la libertad de expresión.

 

Esperemos que la competencia desde las cada vez más potentes plataformas digitales, ofrezca las respuestas a las enormes expectativas del mercado.