En los años ochenta y noventa los gobiernos sólo tuvieron ojos para un banco y para sus banqueros que por décadas y generaciones se habían formado en sus viejas y elegantes oficinas del centro histórico de la capital.

 

Aunque su origen en el siglo XIX no provino de capitales nacionales, en Los Pinos se consideraba al Banco Nacional de México como el banco mexicano por excelencia.

 

Por eso cuando el presidente José López Portillo estatizó los bancos privados al final de su gobierno, fue su ex secretario de Educación, Fernando Solana Morales, el elegido por el recién ascendido presidente Miguel de la Madrid para dirigir el banco, ya propiedad del Estado.

 

Banamex, como se le conoce comercialmente, siempre estuvo metido en la mente de los gobernantes y de los hombres del dinero como el gran banco del país. Hubo contrariedad en los altos círculos del poder político y económico cuando se desvaneció la posibilidad de que Banamex fusionara a su gran rival, Bancomer, para conformar lo que habría sido el mayor grupo financiero de México en los atribulados años noventa.

 

530348a3a4e5e

 

Pero en 2001 Roberto Hernández y Alfredo Harp, sus mayores accionistas, decidieron venderlo al gigante estadunidense Citigroup en 12 mil 500 millones de dólares, en lo que fue la mayor operación celebrada hasta entonces entre empresas de México y Estados Unidos. Pero políticos y grandes empresarios del país nunca quitaron los ojos del banco. En secreto, la venta de la joya de la banca mexicana a los banqueros estadunidenses era un trago difícil de digerir y que algunos apostaban a que tendría fecha de caducidad.

 

El primer asomo dormido de revancha se dio nueve años después, en 2009, cuando Citigroup vivió sus peores días al estallar la crisis hipotecaria que hizo volar en mil pedazos a la banca de inversión estadunidense y, con ella, puso de rodillas al otrora gigante Citigroup. En medio del incendio financiero que intentaba apagar el gobierno del vecino del norte, la posible venta de la suculenta subsidiaria mexicana del Citi se asomaba por las rendijas de la crisis.

 

Políticos, como Manlio Fabio Beltrones, y funcionarios públicos, como Guillermo Ortiz, con empresarios y banqueros del país, saborearon esa oportunidad que abría la crisis financiera estadunidense. En aquel momento se dijo subrepticiamente que los ejecutivos mexicanos del banco, encabezados por Manuel Medina Mora -quien se había encumbrado en la cúpula del Citi- operaban clandestinamente la posibilidad de que Banamex volviera mayoritariamente a manos de capitales del país.

 

Pero la posibilidad se desvaneció junto con la estrategia del gobierno de Obama de rescatar a los grandes bancos bajo estrictos programas de reestructura. La subsidiaria mexicana Banamex era una joya para el necesitado balance del Citi y no lo soltaría en esas circunstancias; no, por lo menos, hasta que la tormenta financiera hubiere amainado y se hubiere restablecido el valor de mercado del grupo estadunidense. Cuestión que ocurrió relativamente rápido.

 

La crisis también cuestionó la capacidad de la cúpula del Citi para salir del atolladero y, con ello, atrajo reflectores hacia el exitoso modelo que significaba Banamex para la sede de Nueva York. Reflectores que se tradujeron en más influencia corporativa, particularmente en los negocios de banca de consumo, para el mexicano Manuel Medina Mora, quien amplió su territorio desde una copresidencia del grupo estadunidense a partir de 2013, ya con Michael Corbat en la presidencia ejecutiva de Citigroup.

 

Conocido en los ámbitos locales por su arrogancia y vanidad, Medina Mora fue el artífice de los negocios del banco para América Latina y, por supuesto para México, particularmente desde 2004 cuando fue nombrado responsable para la región. Sin embargo el control de Medina Mora sobre los negocios de Citi fue a menos y, con ello, los resultados también; particularmente en los últimos años, cuando Citi ya respiraba nuevos aires después de la crisis y la gestión de Corbat se fortalecía.

 

Los errores de control en los últimos años en la gestión de Medina Mora -con Oceanografía como su principal, pero no único, capítulo- le han pasado la cuenta en una liga que no perdona. Ahora la desbandada “mexicana” del Citigroup y el control de la cúpula estadunidense sobre su subsidiaria en el país, pasaron a primer plano.

 

Para algunos locales que todavía añoran a la otrora joya de la banca mexicana, se abre una nueva oportunidad para que los capitales locales se hagan de Banamex, una vez que Citi ha decidido desprenderse de algunos de sus negocios en el mundo. Habrá que ver. Pero aunque Banamex ya no es el banco que fue en los setenta, sigue siendo una envidiable unidad de negocios en México.