Licitar dos nuevas cadenas de televisión abierta digital en el país sólo tiene sentido para los consumidores si los nuevos dueños de la televisión tienen el músculo empresarial y financiero suficiente como para competir en un horizonte no muy lejano con las dos grandes cadenas de televisión que existen en el país, llámese Televisa o Televisión Azteca.

 

Sólo así el consumidor encontrará verdaderas opciones de programación televisiva que hagan de las nuevas cadenas una alternativa publicitaria real para los anunciantes y, por lo tanto, un negocio rentable y sustentable en el mediano plazo.

 

Así que el reto para cualquiera de los empresarios que aspira a quedarse con alguna de las dos cadenas luce cuesta arriba por tres asuntos básicos: Por el fuerte posicionamiento de mercado que tienen Televisa y TV Azteca, particularmente la empresa de Emilio Azcárraga en la generación de contenidos en video y en el mercado de anunciantes; por los altos montos de capital inicial que requerirán y que algunos expertos en el negocio estiman que no será menor a 600 millones de dólares, y porque cualquier nuevo jugador en el mercado mexicano deberá contar con una fuerte generación de contenidos, acopio de talento creativo y capacidad de distribución, particularmente a través de la televisión por cable y por las múltiples pantallas que ya usan los consumidores.

 

Si la mayor competencia traerá una pulverización del mercado de anunciantes y una esperada reducción de tarifas, entonces el negocio de la televisión abierta se dirigirá principalmente a la generación y distribución de contenidos multiplataforma.

 

Este escenario implicaría que se espera la participación de contendientes con fuertes recursos financieros disponibles para invertir en los primeros años. Así que, de quienes se han apuntado al proceso de licitación en su etapa inicial, no parece que todos tengan la posibilidad de llegar, si los comisionados del IFT realmente buscan dos competidores en serio y de largo plazo que hagan frente a Televisa y TV Azteca.

 

Bajo este criterio, de los grupos posibles que se han mencionado para incursionar en la televisión abierta no hay muchos que tengan posibilidades reales. Allí está en primera fila el Grupo MAC de la familia Maccise -cercana al presidente Peña Nieto y al grupo Atlacomulco– dueño de periódicos, revistas y estaciones de radio; aliado del Grupo Prisa -que es uno de los generadores de contenidos más importantes de Iberoamérica- y en el que participa como accionista el ex banquero Roberto Alcántara, quien encabeza el mayor grupo de autotransportes del país.

 

Otro jugador relevante con un perfil que lo hace un serio aspirante es Olegario Vásquez Raña, dueño de Excélsior y de Grupo Imagen, que ya opera dos canales de televisión, que posee el mayor grupo hospitalario del país y la cadena de hoteles Camino Real, entre otros negocios como el del club de futbol Gallos Blancos de Querétaro.

 

Estos dos son los tiradores con mayores probabilidades para quedarse con las cadenas de televisión. Aunque no se puede descartar aún a América Móvil, de Carlos Slim, quien ha planteado la desincorporación de activos para quitarse la etiqueta y los castigos como jugador preponderante en el mercado de las telecomunicaciones y, con ello, también facilitar su ingreso a la transmisión de video a través de sus redes.

 

Carlos_Slim_Presea

 

Tampoco se puede hacer a un lado a Germán Larrea, dueño de Grupo México y de Cinemex, y quien recientemente levantó la mano para participar en la licitación por los canales de televisión. Con la grave contaminación reciente de dos ríos provocada por una de sus minas en Sonora y con los antecedentes de lo ocurrido en Pasta de Conchos, Larrea enfrenta el desprestigio público y, ahora, también la furia de sus competidores.

 

Otros jugadores más que se han mencionado como Francisco Aguirre, de Radio Centro; Manuel Arroyo, de El Financiero; o Mario Vásquez Raña, de Organización Editorial Mexicana; no parecen tener los bolsillos profundos ni el expertise suficiente como para hacer frente a estos retos, y en todo caso, alguno de ellos podría terminar por aliarse con uno de los dos ganadores que se darán a conocer en marzo de 2015.

 

Ya lo dijo Salinas Pliego hace algún tiempo, la televisión abierta no es el negocio del futuro. El negocio está en la generación de contenidos para diversas plataformas, pantallas y redes. Pero, además, en México la televisión abierta aún es una llave para abrir cerraduras de otros intereses y negocios que lo hacen apetecible para algunos hombres del dinero.

 

Es una apuesta costosa para bolsillos profundos.