La Cumbre de las Américas abre el nuevo siglo continental a pesar de la resistencia de los pensionados chavistas. Barack Obama viajará a Panamá para fotografiarse con Raúl Castro. Único objetivo después de una larga negociación patrocinada por el papa Francisco y en menor medida por Canadá. Obama y Castro, Castro y Obama, sus manos entrelazadas quedarán plasmadas en miles de fotografías durante los próximos viernes y sábado.

 

En menos de seis meses Obama ha cerrado la brecha de 85 años de distanciamiento con Cuba e Irán. A Panamá llegará en medio de aplausos globales con la excepción de los silbidos provenientes de los jubilados y pensionados chavistas porque su esperanza de vida (de Ortega, Morales, Fernández, Correa y Maduro) se sustenta en articular la segunda versión de la Guerra Fría. Un silbido más llegará desde Israel donde Benjamín Netanyahu tendrá ganas de hacer una alianza con los jubilados chavistas. ¿Paradojas de vida o los mapas geoestratégicos se mueven?

 

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En Panamá, Raúl Castro interpretará el doble papel: el del novio ilusionado por la nueva relación con Washington pero también el del novio nostálgico que no puede ponerle cara dura a sus viejas relaciones. Sus recursos histriónicos tendrá que apuntalarlos hacia sus viejas relaciones.

 

Entre la economía y la biología le han preparado una celada a la revolución de los barbudos. Las cohortes generacionales descargan Netflix y ya no proyectan su futuro hacia el siglo XX. Tres hitos convencieron a los hermanos Castro de relajar su modelo museístico: la muerte de Hugo Chávez, la ausencia de liderazgo de Nicolás Maduro y la caída del precio del petróleo.

 

Paris Hilton y Fidel Castro Díaz-Balart, en La Habana, brindaron con burbujas Taittinger el acuerdo de sus presidentes. El poder blando cataliza las ideologías en placer de vida. La fotografía entre Hilton y Castro Díaz-Balart no es una obra de Koons para instalarla en el MoMA, es una simple atmósfera posrevolucionaria de los barbudos en la que ya no tiene cabida la retórica de Nicolás Maduro.

 

Algo más, de los jubilados chavistas no se hace uno. Cristina Fernández se va de la presidencia ahogada por un tsunami de corrupción. A Correa, el Narciso latinoamericano, no le gusta que la prensa lo caricaturice. Morales no cree en la competencia electoral por lo que promete no colaborar con opositores, a pesar de que estos gobiernen El Alto, un punto geográfico vital para Bolivia. Ortega piensa a la democracia como un negocio corporativo en el que mañana será su esposa la encargada de la gestión. Mujica, el sabio que insultaba para poner orden en la zona, se fue. Dilma no se fue pero quisiera hacerlo porque su figura ha quedado sepultada por los restos de Petrobras.

 

No hace muchos meses, la Cumbre de las Américas parecía el único modelo global de desunión continental. Hugo Chávez fue el arquitecto de varias cumbres que hoy parecen placas de automóviles que ya no circulan. La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) se ha quedado a mitad de camino. Con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) se intenta equilibrar o, si se prefiere, nulificar a la anémica Organización de Estados Americanos (OEA).

 

Cuando pensamos en los términos: poder blando o diplomacia oclocrática nos olvidamos que Estados Unidos es la principal potencia global porque tiene a Hollywood como maestro. Al finalizar el mes de febrero, Paris Hilton, embajadora de la banalidad cinco estrellas brindó con uno de los hijos de Fidel Castro durante el XVII Festival Internacional del Habano. El periódico británico Daily Mail colocó el video en su página de internet. Nicolás Maduro ya lo vio. Ahora falta que lo asimile.