Más allá del conflicto magisterial, los profesores de escuelas rurales oaxaqueñas se enfrentan todos los días a retos como no hablar el mismo idioma de sus estudiantes y enseñar en comunidades paupérrimas, donde niños y adolescentes del campo esperan que la falta de alimentación no les impida aprender.

 

Cuando el profesor Vidal Martínez, de la región del Istmo de Tehuantepec, habla de su estado, lo describe como el lugar donde la cultura se expresa de todas las maneras posibles. Antes, cuando contaba las delicias de la gastronomía oaxaqueña se refería al mole, las tlayudas, un caldo de panza con garbanzo, tejate con nieve de limón y chapulines.

 

Después de 19 años de dar clases descubrió que para sus alumnos, los más pobres de los pobres, salir a comer implicaba buscar y cazar chinches en la hierba crecida y aprender a identificar las manchas de la panza  de sapos y ranas del campo para saber cuáles son venenosas y cuáles sirven para llevar a casa.

 

“Hay comunidades en las que entras caminando, cinco seis horas, a caballo si tienes suerte. Esas son las localidades que el gobierno no paga y mucho menos va a televisar. Si acaso llegarán a la ciudad. Llegan los niños y nos platican que comieron tortillas y café, otros comen ranas o chinches, insectos que se encuentran, no tienen una dieta balanceada. Uno como maestro rural ve unas cosas muy tristes”, platica.

 

Entrevistada en el plantón ubicado en la explanada del Monumento a la Revolución en la Ciudad de México, la profesora Monterrey -como pide que se le llame- explica que después de 24 años en la docencia el trabajo del maestro rural pocas veces se queda en las aulas pues los docentes no sólo viven en las comunidades donde trabajan, sino que también se involucran con sus alumnos y sus familias.

 

Como sus compañeros del plantón, la profesora Monterrey pide que se evalúe a los maestros pero tomando en cuenta el contexto en el cual dan clases y las actividades extraordinarias que también realizan en sus comunidades. Además, señala que la evaluación debe ir también hacia el uso de los recursos públicos, que rara vez llegan a las escuelas rurales.

 

Ejemplificó que en la administración del ex presidente Vicente Fox se lanzó el programa Enciclomedia, los papás de su escuela se organizaron y construyeron un aula para poder albergar la infraestructura y el equipo de cómputo que requería el sistema. El edificio se terminó y se ocupó para dar clases, pues la Enciclomedia nunca llegó.

 

“Hay localidades donde falta demasiado. No hay luz, ni acceso por carreteras, agua. Prácticamente uno vive en las comunidades, no como los (maestros) de la ciudad que a las dos de la tarde se regresan a su casa y ni se saben los nombres de sus alumnos. Nosotros ahí estamos a diario y llegamos a ser casi segundos partes para ellos (sus alumnos), nos cuentan sus problemas, confían”, mencionó.

 

 

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