Es un gusto tener la oportunidad de comunicarme con ustedes a través de las páginas de 24 Horas. Gracias pues por esa posibilidad a todo el equipo de este esfuerzo informativo.

 

No está muy lejos el primer ministro griego, Alexis PAG-12-PRIMERA_2_EFE_Grecia_Crisis de subir a la tribuna de su congreso a decir que ya los saquearon y que no los volverán a saquear y a prometer que defenderá el euro como un perro.

 

 

 

Está claro que una de las peores combinaciones posibles que puede tener una economía es la irresponsabilidad financiera y el populismo.

 

Esos caminos se han cruzado en México varias veces y ahora los griegos experimentan en carne propia los efectos de la irresponsabilidad fiscal.

 

De hecho, las historias económicas de México y Grecia se parecen en muchos aspectos. Gobiernos que endeudan sus economías de manera irresponsable siguiendo sueños de grandeza que no se sustentan en las posibilidades reales, para después caer de un solo golpe y gritar que el mundo entero está en su contra.

 

Hay que desempolvar la historia mexicana de los años 80, cuando el gobierno de José López Portillo le anunció al mundo que no tenía con qué pagar sus deudas y lejos de buscar un acuerdo con los acreedores se puso a disparar insensateces del tamaño de la nacionalización de la banca y la confiscación de las cuentas de los ahorradores.

 

Después de 35 años Grecia se consiguió su propio “Jolopo”, que por la vía populista se lava la cara con un referéndum que sólo sirve para evitar la toma de decisiones difíciles y salir lo mejor librado en el terreno político a cambio de hundir más en lo económico a su país.

 

Algo que tampoco ha cambiado en muchas décadas es la intransigencia de los organismos financieros internacionales al momento de enfrentar presiones para otorgar concesiones especiales.

 

México no suspendió los pagos de su deuda, consiguió una renegociación de plazos para el pago a cambio de la aplicación de una serie de medidas fiscales y económicas que costaron muy caro al país pero que permitieron la solidez financiera de la que hoy gozamos.

 

Grecia intenta hasta este momento doblegar a sus acreedores. El gobierno de Alexis Tsipras creyó que en el último minuto el Fondo Monetario Internacional doblaría las manos y cedería ante su presión. Nunca lo pensaron, nunca ocurrió.

 

Ahora el intento es formar un dique de ciudadanos que con un “no” rotundo en el referéndum del domingo presionen tanto al FMI, como al Banco Central Europeo y a la Unión Europea para que saquen la cartera y sin mayores exigencias salven el proyecto de gobierno de la extrema izquierda griega. Tampoco va a suceder.

 

No hay duda que a pesar del impacto en los mercados del mundo, la mejor ganancia obtenida hasta ahora es el respeto de las reglas del juego financiero internacional.

 

La puerta de la concesión ante la presión no se abrió un solo milímetro y ese es un ejemplo para cualquier otro país, empresa o persona que ya tenía en la mente el discurso de argumentar a sus acreedores que si Grecia puede, pues ellos también.

 

Grecia tiene hoy dos caminos: Mantener su discurso radical que la mantenga en suspensión de pagos y la acerque a su salida del euro o bien aceptar las condiciones de austeridad de sus acreedores.

 

Y sobre todo, que los griegos cuiden muy bien que si ya los saquearon, no los vuelvan a saquear.