BERLÍN. La escritora y periodista bielorrusa Svetlana Alexievich, ganadora del Premio Nobel de Literatura 2015, dijo aquí que no cree que la dictadura que vive su país vaya a terminar pronto, y que el presidente Alexander Lukashenko, quien aspira a un quinto mandato, no es confiable.

 

En rueda de prensa ofrecida en esta capital, la víspera de la celebración de elecciones presidenciales en Bielorrusia, la escritora de 67 años de edad se mostró convencida de que Luchashenko volverá a ganar las elecciones.

 

Señaló que siente el Nobel como una obligación de seguir defendiendo la democracia y los derechos humanos.

 

“Tengo la sensación de llevar una responsabilidad”, y ya no sirve dijo, “estar decepcionada o agotada”.

 

En Bielorrusia el resultado electoral no depende de quién vote, sino de quién cuente los votos, dijo Alexievitch, citando un lema del dictador soviético Stalin.

 

“Para que haya libertad se necesita que haya personas libres y no es el caso”, señaló, dijo la escritora, quien señaló que la oposición quedó debilitada también por disputas internas. “Ese es el motivo por el que no me siento parte de la oposición”, explicó.

 

Lukashenko, de 61 años, gobierna el país de forma autoritaria desde 1994 y todo indica que volverá a ganar mañana domingo, pues no se considera que sus contrincantes – una representante de la oposición y dos candidatos más bien fieles al régimen – tengan opción de hacerle sombra.

 

Sin embargo, este año la situación parece algo más tranquila que en las elecciones de 2010, cuando Lukashenko reprimió protestas y encarceló a muchos opositores, lo que desató sanciones por parte de la Unión Europea (UE).

 

La escritora se mostró escéptica sobre un posible levantamiento de esas sanciones. Lukashenko se dirige ahora a Europa porque recibe poco dinero de Rusia.

 

“Pero sólo es un juego y volverá a girar al otro lado. Lo ha hecho al menos cinco veces”, advirtió.

 

La situación económica de su país es en realidad muy complicada. “Pero pese a ello no tolerará ninguna privatización porque entonces tendría que compartir su poder”, dijo la autora que habló de una “dictadura total”.

 

Aunque el presidente ha liberado a muchos presos, el pueblo sigue siendo “engañado y robado”, así como influido ideológicamente. “Stalin está más vivo en nuestro país que todos los vivos”.

 

La autora contó cómo el propio Lukashenko la felicitó personalmente horas después del anuncio del premio en Estocolmo. “Fue un poco raro”, se sinceró Alexievich.

 

Pero ni el presidente ruso Vladimir Putin, ni el primer ministro Dmitri Medvedev la llamaron. “He dicho que ocuparon Ucrania, que era una ocupación, y naturalmente no me gané su afecto”.

 

Pero la escritora no sólo habló de política, sino también de su obra: su misión, dijo, es escribir novelas a partir de historias verdaderas de la gente. “Es el intento de captar el tiempo, retenerlo, rescatar algo del caos en el que vivimos”.

 

Sin embargo, considera que con sus entrevistas no hace un trabajo periodístico. “Reúno el material como una periodista, pero trabajo con ello como literata”.

 

Algunos criticaron la decisión de entregar el Nobel a la bielorrusa precisamente por considerarla una periodista en lugar de una escritora, como la crítica de literatura alemana Irish Radisch, quien volvió a defender hoy su postura. No hay que confundir el periodismo con la literatura.

 

“La literatura debe tener algo creativo. Debe ser “ficción”, un invento propio, tener una calidad del lenguaje especial y debe tener, y esto es muy importante, una fuerza imaginativa que cambie el mundo”, algo que considera, no es el caso de la bielorrusa, que basa sus trabajos en entrevistas.

 

“Eso no es literatura. Yo lo llamaría protocolos o simplemente buenas entrevistas. Nada más”, dijo la alemana, editora de la publicación “Zeit” que criticó que la concesión del Nobel, que sí fue un buen signo político, se orientara tanto por criterios externos a la literatura.