Antes de ser diputada federal, Paola Galico Félix Díaz “jugó” a ser cantante y periodista. Cuando tenía 15 años acudió a una conferencia de prensa de Andrés Manuel López Obrador y logró hacerle una pregunta. También pinta cuadros, emulando al pintor italiano Modigliani, así como muñecas con cuellos muy altos y ojos muy grandes y, además, es paracaidista.

 

 

También participó en un famoso reality show de la televisora del Ajusco: “Quedó claro que no soy buena cantante”, admite la ahora diputada del PVEM.

 

 

Concluyó la Preparatoria en un campo militar, por eso actualmente es secretaria de la Comisión de Defensa Nacional. Estudió pintura en París e intentó ser comunicóloga, pero desertó. Finalmente se graduó de derecho en la Universidad Anáhuac.

 

 

Para conseguir su curul, ganó un distrito en donde sus oponentes la exhibieron por haber participado en La Academia. Actualmente, la diputada tiene un objetivo claro: lograr establecer una comisión ordinaria en San Lázaro para atender el tema de la trata.

 

 

¿Cómo era de pequeña?

Muy traviesa, muy inquieta. No me gustaba dormir; juntaba los peluches y les daba clase. No me gustaban tanto las barbies. Coleccionaba ponis. De chiquita tenía mi revista y, ahora de grande, ya la hice, se llama Jóvenes Políticos.

 

¿Qué anécdota recuerda de su juventud?

Mi abuela leía mucho los periódicos. Yo veía la controversia del desafuero y sabía que el Peje estaba dando entrevistas afuera del metro. Me inventé un gafete de la agencia Reuters y me fui al parque (de Copilco). Preparé unas preguntas y al final le pude preguntar que si no tenía miedo que le sucediera lo mismo que a Luis Donaldo Colosio.

 

¿Y también canta?

Desde chiquita me metí en el coro de la iglesia a cantar. No soy profesional; nunca tomé clases. Cuando estaba en la universidad me ofrecieron entrar a La Academia. Yo no me arrepiento de nada. Cuando estaba en campaña mucha gente me criticó esa parte. Pero en lugar de ser algo negativo, me generó más ruido y tuve más seguidores en las redes sociales y después todo mundo me decía: canta. Aullé como coyote.

 

 

 ¿Y cómo vivió esa experiencia?

Los programas de televisión proyectan a gente talentosa, pero siempre buscan tener la parte teatral. Y en ese momento yo jugaba el papel de la niña fresa que quería poner desorden. Fue una experiencia maravillosa. Estás encerrada, pero me dejaron hacer una llamada, te la ponen en altavoz, y le dije a mi mamá: “entré a La Academia”. Y mi madre me dijo: “déjate de pendejadas y ponte a estudiar”.

 

 ¿Por qué entró a la Academia?

Con el dinero que junté ayudé a una amiga que se llama Lupita Coronado de la Parra, que le tocó vivir la trata de órganos, a ella le quitaron sus córneas en una clínica. Ella tiene 98 años, es mi amiga. Me junto con gente mayor.

 

  ¿Cómo fue su contacto con el PVEM?

Es un proceso. Hay mucha gente que lleva muchos años buscando un espacio político. Hablando del partido que encabeza la lucha contra la trata de personas, fueron algunas circunstancias. Vivo en Cuajimalpa, cuando explotó el hospital yo era activista y me metí en los escombros. Era conocida, no sé cómo salió mi nombre. Me llamó el líder regional, Carlos Madrazo. Ya nos conocíamos a través de la organización donde yo estaba. 

 

¿Fue fácil la decisión?

Yo no estaba preparada para una llamada así, que me dijeran “estamos buscando un perfil que defienda la agenda social”. Yo me encontré entre la espada y la pared porque mi papel como activista estaba creciendo. Y cuando entras a un partido político se genera cierta desconfianza, entonces (la decisión) era entre seguir en una fundación o entrar al partido.

Tomé la decisión en 20 minutos. Fui con mi mamá, ella me dijo “no lo hagas”. Al final me dijo: “bueno hija, el golpe avisa”.

 

Frase

Sólo estuve (en La Academia) alrededor de una semana. Canté enfrente de 10 mil personas sin saber cantar, se necesita mucho valor para hacer eso”