Como balde de agua fría le cayó a Luis Videgaray la declaración –el miércoles pasado- de Wilbur Ross, secretario de Comercio estadunidense, de que las negociaciones formales sobre el Tratado de Libre Comercio iniciarían hasta fin de año y que éstas durarían todo 2018. “Quisiera resultados mañana…”, afirmó Ross; pero no son enchiladas, quiso expresar nuestro “partner”.

 

 
¡No la friegues, Wilbur!, dicen que contestó nuestro canciller. Pero no porque le preocupe el rumbo de esas negociaciones, tampoco la deportación de los migrantes ni el gravamen fronterizo, el impuesto a las remesas de nuestros connacionales, la construcción del muro… nada de eso. El reclamo de Videgaray fue porque para esas fechas ya sería un “cadáver político”, pues ese calendario lo saca de la carrera por la candidatura presidencial, apuntan los observadores.

 

 
De ahí, pues, que al día siguiente de las declaraciones de Ross, el secretario Videgaray se apresuró a anunciar en conferencia de prensa: “Esperamos que las conversaciones formales en materia comercial inicien a mediados de año… probablemente en junio o julio”. Y viendo la urgente “necesidad política” del canciller mexicano, Wilbur tuvo que recular y decir el viernes que su gobierno espera enviar en las próximas semanas al Congreso la notificación para arrancar la renegociación del TLC en un plazo de 90 días.

 

 
¡A Videgaray le volvió el alma al cuerpo con esa declaración!, exclamaron algunos de sus colaboradores. Y para reforzar el plazo de 90 días, el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, quien obviamente apoya las aspiraciones políticas de su jefe, patrón y guía espiritual, afirmó que “estaremos listos a fines de mayo para empezar negociaciones en cualquier punto. A partir de entonces sólo estaríamos esperando que Estados Unidos y Canadá terminen sus propios procesos legislativos”.

 

 
¡Cuánta eficiencia!, exclaman los observadores, quienes confiesan haberse quedado perplejos por la habilidad política que ahora quiere mostrar nuestro secretario de Relaciones Exteriores. Pues se me hace que Luisito “nos está choreando” en este importante asunto, como lo hizo con las expectativas económicas que nos vendió cuando sentía segura la candidatura del PRI a la Presidencia de la República para 2018, apuntan los escépticos. ¿Pues no que el ex secretario de Hacienda ya le había bajado algunas rayitas a su soberbia?, preguntan, a su vez, los analistas bisoños.

 

 
Contrariamente a lo que afirman Videgaray, Guajardo, Gerónimo Gutiérrez (nuestro embajador en Estados Unidos), algunos de los negociadores del TLCAN en la administración de Salinas -que por cierto se desempeñan como asesores de Luisito-, comentan que cualquier negociación formal empezará por ahí de septiembre, no en junio o en julio como quisieran aquéllos. En lo que sí coinciden es en que si nuestro canciller gana antes de diciembre la “guerra moderna” que México enfrenta con Estados Unidos, regresará a luchar por la candidatura presidencial de su partido. La guerra que está dirigiendo es como la batalla del 5 de mayo. Si gana podría ser nuestro Ignacio Zaragoza del siglo XXI, agregan.

 

 
Bueno, aquél peleó contra los franceses, que estaban a 10 mil kilómetros de distancia; a los norteamericanos los tenemos enfrente, acotan los observadores. Peor aún, Ignacio era general y Luisito es un soldado raso, agregan los malosos.