Si alguien le dice que el peso va a llegar a los 22 por dólar, ¡no le crea! Pero tampoco confíe en el que le asegure que va a regresar a los 18 o en aquél que le diga que se va a quedar en el nivel actual de 20 pesos por billete verde.

 

Simplemente hoy no hay manera de tener un pronóstico creíble del comportamiento del peso ante el dólar y, de hecho, frente a muchas otras divisas. Los factores que mueven la paridad son tantos y tan volátiles, que es imposible un pronóstico válido.

 

Los factores internos incluso también están afectados por los datos del exterior. Por ejemplo: es un hecho que la creciente deuda pública ha contribuido a generar una animadversión en contra de las expectativas económicas mexicanas.

 

Pero la corrección que ahora plantea el gobierno de Peña Nieto, además de tímida, resulta incierta. Internamente está en duda porque dependerá de lo que apruebe el Congreso, sobre todo en materia de ingresos, que es donde podría haber alguna influencia opositora.

 

Aunque las variables seleccionadas por la Secretaría de Hacienda para sustentar los números del paquete económico 2017 hoy son inviables: tipo de cambio en 18.20 y un crecimiento económico de 2.5%.

 

Y todo lo demás de lo que depende la paridad cambiaria es externo. Desde la evaluación que hagan las encuestas del debate de anoche entre Hillary Clinton y Donald Trump, hasta la decisión que tomarán o no los integrantes de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) sobre los niveles de producción de crudo.

 

Hay algunos sabelotodo que niegan y hasta se burlan de todos los factores externos que le pegan a la paridad de las monedas emergentes. Claro que no aportan alguna explicación alterna, simplemente disfrutan con la ostentación de su soberbia.

 

Como sea, hay quien entiende la relación directa entre la posibilidad de que llegue Trump a la Casa Blanca y lo que eso implica para la economía y las finanzas mexicanas.

 

De la reunión de países de la OPEP, hay la expectativa de que logren finalmente ponerse de acuerdo para establecer un techo a la producción. Un fracaso en este intento sería otro golpe para monedas como el peso.

 

Influye también la Reserva Federal y sus titubeos para regresar desde esos terrenos pantanosos de la política monetaria hiperlaxa. Han perdido credibilidad y no han retomado el camino a la neutralidad monetaria.

 

No hay que perder de vista que hay una amenaza latente con la concreción de la salida británica de la Unión Europea, y antes que eso la descomposición de la banca de ese continente.

 

Y todos éstos, y otra decena de factores más, contribuyen a meter en un terreno pantanoso a la divisa mexicana, que se vuelve un objeto del deseo especulativo.

 

Esa debilidad hace que sea presa fácil para las ganancias derivadas de los movimientos bruscos. Eso es algo que está ocurriendo.

 

Así que si este jueves el Banco de México decide mover sus tasas de interés, no será por el tipo de cambio en sí, sino por los efectos que éste ha tenido en los precios de la economía.