Son días difíciles los que han transcurrido. Quizá los más difíciles de mi vida. Aún sigo reflexionando sobre la decisión que habremos de tomar, pero sí quiero reiterar mi agradecimiento a las muestras de afecto recibidas, e incluso a la crítica constructiva y seria, aquella que no denuesta, que no lastima y que pondera. Gracias por esa actitud.

 

Somos más quienes queremos un cambio y una transformación en el país. Somos más quienes queremos que se actúe con autenticidad. Somos más quienes luchamos por la verdad.

 

Quiero expresarle a la ciudadanía, simpatizantes o no de este movimiento, e incluso a adversarios, que seguimos pensando en cuál será la posición que habremos de asumir respecto a los hechos ocurridos recientemente.

 

Este tipo de decisiones no se deben tomar de manera precipitada, porque encierran una serie de consecuencias que directamente repercutirán en el proceso democrático que debe vivir el país en el año 2018.

 

También deseo manifestar, con toda entereza, que no es una osadía pedir transparencia. No es una osadía ayudar a disminuir la opacidad y la parcialidad. No es una osadía solicitar un poco de autocrítica sobre las acciones y decisiones tomadas. No es una osadía corregir los errores, enmendar las acciones incorrectas de la Comisión Política y el Comité de Encuestas. Por el contrario, serían acciones que nos beneficiarían a todos: sociedad y partido. No se trata de algo inmoral o antiético, sino un asunto de fortaleza y reforzamiento para quienes luchamos por las nuevas formas del quehacer político.

 

La legitimidad del proceso es clave no sólo en la Ciudad de México, sino en el país en la toma de decisiones que se está llevando a cabo. Creo firmemente que es momento de una autocrítica serena y juiciosa. Y con ello, la rectificación nos vendría bien en este momento que vivimos.

 

Pero no solamente se trata de la encuesta. El fondo, acerca de lo que realmente estamos reflexionando, es sobre la transparencia, la democracia, la equidad electoral, la legitimidad política y la ética personal.

 

He afirmado también que no soy un ambicioso vulgar. Que no persigo cargos, no busco dinero, ni pretendo posiciones. Lo único que me preocupa y me interesa es la transformación del país y de nuestra Ciudad de México.

 

Por eso no acepté el fin de semana pasado la postulación para el Senado de la República que me ofrecieron algunos consejeros de Morena, intención que agradezco, pero que se aleja de nuestra lucha. Eso significaría ser parte de lo mismo, significaría terminar como cualquier otro. Y representaría la perversión de nuestros esfuerzos.

 

Desde un principio afirmé que sólo tenía un Plan A. Y hoy insisto y ratifico: sólo tengo un Plan A, pero no dejaré trozos de dignidad en el camino. Voy a aceptar lo que la gente quiera.

 

Siempre he defendido y continuaré defendiendo lo principios de Morena: no robar, no mentir y no traicionar al pueblo, y hoy es el momento clave de ejercer y hacer valer esos postulados.

 

Deseo también, en esta oportunidad, ofrecer una disculpa a los medios de comunicación y a la población por mi ausencia y mi silencio de estos días. Siempre he sido muy abierto en mis apariciones y declaraciones públicas, pero los momentos recientes preferí dedicarlos a la reflexión.

 

Voy a insistir, para dejarlo muy claro: no estoy en la búsqueda de cargos de consolación y de acomodo, lo que me interesa es la transformación de la ciudad y del país. No soy, ni he sido nunca, un lambiscón, un adulador. He sido siempre un político serio, un servidor público responsable, con un ejercicio de funciones intachable de más de 40 años, en los que, sin embargo, no me ha faltado el acompañamiento de la calumnia y la infamia. No obstante, voy a continuar firme, estoy en pie y, con aplomo, seguiré enfrentando la adversidad de los días venideros.

 

Lo más preciado que tengo en mi vida son la dignidad y el honor. Parafraseando a Dante Alighieri: “No temas. No nos pueden quitar nuestro destino; es un regalo”.

 

caem