El cisma continúa en el atletismo y ya duró: como si de corrientes religiosas enfrentadas se tratara, como si una pareja incapaz ya de confianza tras un engaño, casi como si hubiéramos vuelto en pleno 2017 (o es que sí, ya volvimos) a la Guerra Fría.

 

Este viernes arrancan los Mundiales de atletismo de la IAAF en Londres y vuelve a ser sin delegación rusa. Todavía hace unos días se reunieron los delegados de este organismo para efectuar un voto que tenía algo de pantomima, porque era evidente que no habría modificación; no la habría porque Rusia sigue en lo mismo que orilló a su suspensión de los Olímpicos 2016 en varias disciplinas, no la habría porque la IAAF mantiene una presunción de la culpabilidad un tanto carente de sentido común.

 

Política, el deporte como lamentable espejo de las naciones que se acercan y alejan, las gestas de los atletas primero manipuladas para legitimar a un régimen y luego negadas para sobajarlo.

 

Como aconteciera en los frenéticos días que precedieron a los Juegos de Río, esta semana la IAAF analizó cada caso por separado, permitiendo el registro sólo de los exponentes de pista y campo que probaran ser ajenos al esquema deportivo ruso: ya por entrenar en el exterior, ya por residir en otro país, ya por haberse criado lejos de Madre Rusia.

 

Eso derivó en poco menos de veinte atletas autorizados para disputar los Mundiales, aunque privados de escuchar su himno nacional en caso de subir al escalafón mayor de un podio e incluso de ver ondear su bandera nacional –bromeaba un deportista respecto a si se le castigará si porta un tradicional gorro invernal ruso.

 

Así de roto está el deporte y así de inútil ha sido el año transcurrido desde los Olímpicos de Río. Por entonces no hubo gran margen de pacificación, toda vez que el Reporte McLaren se presentó con la inauguración encima (17 días antes para ser precisos). Asunto muy distinto, esta vez se han desperdiciado amplios meses en los que no hubo voluntad de hallar una solución.

 

Rusia no aceptará que incurrió en dopaje de Estado y toda modificación que haga podrá ser señalada como una forma de admitirlo o, más grave para lo que el Kremlin proyecta, como rasgo de debilidad; la IAAF no será indulgente y cualquier excepción dará pie a que su pretendido (o pretencioso) rigor desaparezca. Así iremos avanzando por este cuatrienio: Olímpicos de invierno en 2018, Mundiales Atletismos en Qatar en 2019, Olímpicos de verano en Tokio 2020. ¿Con rusos o sin rusos? Visto el escenario actual, es factible que se continúe sin ellos, aunque a la vez con muchos deportistas sólo admitidos por atribuirse su anterior dopaje a un sistema privado y no a uno sufragado desde su gobierno.

 

Parece extraño pero a la vez factible: el único mega evento deportivo que no impondrá reparos para registrar a rusos será el Mundial de futbol 2018…, a disputarse en Rusia y cuyo presidente del Comité Organizador es uno de los nombres más repetidos en el Reporte McLaren.

 

Twitter/albertolati
caem

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