El fotoperiodismo es una de las profesiones con menor participación de mujeres en el mundo. En contraste, hoy como nunca hay tantas fotógrafas y tantos canales de difusión, lo que evidencia que persisten el rezago y la discriminación.

 

 

El segundo informe internacional State of News Photography 2016, publicado por World Press Photo, revela que 85 por ciento de los fotoperiodistas activos en medios de comunicación son hombres. Así lo evidenció la presencia mayoritaria de hombres detrás de las cámaras en los Juegos Olímpicos 2015.

 

 

La organización Women’s Media Center, en el informe Status of Women in the U.S. media 2017, encontró que en medios de Estados Unidos las mujeres tuvieron 38 por ciento de participación hasta el 2017.

 

 

La baja participación de las fotógrafas se extiende por los medios del mundo, lo que incide en la forma en que es tratada la información, con una perspectiva mayoritariamente masculina, sin contrapeso a los mensajes sexistas o misóginos.

 

 

El crecimiento de la participación de las mujeres en los medios de comunicación ha sido lento, con pocos avances durante el siglo XX. Tal es el caso del decrecimiento, entre 2015 y 2016, de las coberturas que hicieron mujeres periodistas en medios estadounidenses.

 

 

El informe 2017 de Women’s Media Center indica que el porcentaje de corresponsales mujeres en Estados Unidos disminuyó de 32 por ciento en 2015 a 25.2 por ciento en el 2016, incluidas las fotoperiodistas.

 

 

Además, la mayoría de los temas de portada en medios impresos son realizados por hombres y temas como feminicidio están desdibujado en la prensa.

 

 

FOTOPERIODISMO, EL ROSTRO DE LA GUERRA

 

 

La fotografía emergió en el contexto de la Revolución Industrial, en el siglo XIX, se convirtió en producto masificado y participó en la construcción de sentidos. Ese fenómeno coincidió con la emergencia del feminismo en Estados Unidos, lo que significó la participación de las mujeres en el espacio público y en espacios profesionales. No hubo segregación de la mujer en los inicios de la práctica fotográfica.

 

 

Sin embargo, en las décadas siguientes inició un crecimiento gradual en los medios de recursos narrativos sexistas que cosificaron a la mujer y la situaron frente a las cámaras como objetos de deseo y no detrás como sujetos pensantes productores de arte, lenguaje y expresión visual.

 

 

Durante la Segunda Guerra Mundial, el género del fotoperiodismo tuvo a destacados autores, como Robert Capa y Henry Cartier Bresson, fundadores de la agencia Magnum. El discurso del fotoperiodismo ha sido ante todo humanista pero también ha sido de reflexión hacia el acontecimiento de impacto, que irrumpe en la cotidianidad y que transforma las vidas de los afectados, que narra recurrentemente historias de devastación, represión, hostigamiento y violencia, donde los retratados son a menudo interpretados con roles de víctimas y victimarios.

 

 

Quienes retratan estas historias son los fotógrafos en el rol del observador/informador, a quienes en la práctica se les exige no interactuar ni emitir reflexiones propias sobre los hechos, aunque esto no sea posible, dado que toda imagen es una interpretación de la realidad.

 

 

El fotoperiodista es entendido como una persona que pareciera más cercano a un soldado que a un artista, o un contador de historias, cuando se encuentra ante el acontecimiento que retrata.

 

 

La guerra de Vietnam modificó las disposiciones estructurantes de la práctica fotográfica no sólo desde lo visual, sino desde su aproximación a lo político y lo ético, reafirmando a la imagen fotográfica como un producto de impacto en las masas.

 

 

Estas coberturas introdujeron la teleintimidad de la muerte y la destrucción, como afirmó Susan Sontag, en El dolor de los demás. Por otro lado, concursos de renombre internacional como el World Press Photo surgido en 1955, se constituyeron como difusores de temas de impacto social.

 

 

El fotógrafo documental se reconoció por su valentía para cubrir conflictos violentos y producir valiosos registros fotográficos de acontecimientos socialmente trascendentes, centrados en la excepción, en las guerras, en la violencia, con el fin de atraer interés internacional, alguien que buscaba mostrar el rostro real de la guerra, como afirmó Sontag.

 

 

Simultáneamente a la constitución del fotoperiodismo como género, surge una percepción masculinizada del fotoperiodista, una masculinización de antaño, que entiende al hombre como un ser rudo, que no expresa emociones y que prefiere la adrenalina y la acción, antes que la calidez humana.

 

 

Surge en respuesta a la requisición de este perfil para la cobertura de conflictos bélicos y de una preconcepción de los “hombres de guerra” ya constituida desde épocas pasadas: los hombres van a la guerra, las mujeres y niños se quedan en casa. El fotoperiodismo puede entonces entenderse como una práctica centrada en el ser humano cuya prioridad es la imagen de impacto y el contar historias donde el operador se abstrae.

 

 

En los años 60 se refuerza el perfil del fotoperiodista, no sólo por los temas o las técnicas empleadas, sino por la mercadotecnia, por la imagen construida a partir del cine hollywoodense y alentada por agencias informativas, diarios y concursos internacionales, donde se comienzan a crear significados sobre la figura del fotoperiodista en torno a su identidad como reportero de guerra.

 

 

FOTOPERIODISMO Y MASCULINIDAD

 

 

Las estrategias publicitarias de los principales corporativos de fotografía refuerzan un sentido masculinizado de la figura del fotoperiodista, los diseños de las cámaras se hacen cada vez más dirigidos al público masculino.

 

 

Se homogeniza el discurso en torno al fotoperiodismo, se homogeniza desde el mensaje hasta la construcción de sentido alrededor de él. No hay tantas mujeres fotoperiodistas como hombres, porque el discurso ha excluido a lo femenino de este desde sus orígenes.

 

 

La publicidad refuerza el ideal masculino de la fotografía, donde la mujer recurrentemente posa frente a la cámara, y es un hombre el que dispara, la cámara se hace una extensión de su cuerpo de su expresión viril, la antítesis es la fotógrafa que fija su mirada en el acontecimiento social, ya que todo el discurso sobre lo que es el fotoperiodismo se contrapone al discurso de lo que es ella.

 

 

Sin duda las cifras están ahí, pero no contemplan a las mujeres fotoperiodistas que salen a la calle sin medio, sin acreditación y cuyos currículos nunca son leídos por los editores, o se les da carpetazo con solo ver el nombre de mujer. Esas mujeres están ahí y no se sabe cuántas son.